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“Acepta. No es resignación pero nada de hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar” Dalai Lama

Los pronósticos se cumplieron. España sumida en el desconcierto

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Por desgracia, los peores presagios se han cumplido y aquellos negros nubarrones que hace ya muchos meses hemos venido pronosticando, han hecho acto de presencia con una violencia extraordinaria en la política española. Las consecuencias de empeñarse en mantener a un presidente, evidentemente superado por las circunstancias que han venido jalonando los últimos meses de su mandato como presidente del ejecutivo, eran previsibles y se puede decir que la situación del PP empezó a ser insostenible y precaria desde el momento en el que quiso hacerse con el gobierno del país a toda costa, a pesar de haber quedado en una situación inestable, al perder su mayoría en el Parlamento, lo que le obligó al señor Rajoy a intentar mantenerse con un gobierno en minoría, expuesto a los caprichos y vaivenes de una oposición que, a su vez, había quedado lo suficientemente cuarteada como para que, las distintas alianzas para gobernar, estuvieran en todo momento condicionadas por los diversos avatares, no solamente respecto a nuestra situación económica, afortunadamente bastante estabilizada ni de nuestras relaciones con la UE, sin duda harto satisfactorias, sino también, y aquí es donde se ha fracasado, en lo referente a nuestra situación interna condicionada por un Parlamento en el que, los resultados de las últimas elecciones dieron pie a que, los partidos minoritarios tuvieran una influencia que, con el anterior bipartidismo, no se daba y, en segundo lugar, por el desafío catalán, la piedra de toque que debía demostrar la capacidad del gobierno de España para afrontar una situación extremadamente compleja en la que, la demostración de cualquier signo de debilidad, tenía la virtud de ir envalentonando a todos los políticos nacionalistas catalanes, que veían en la inacción, tolerancia, pasividad y aparente pasotismode nuestro ejecutivo, la aceptación tácita que les permitía suponer que podían seguir quemando etapas hacia su objetivo final: la independencia de Cataluña de España; todo ello sin temor a las naturales represalias a cargo de lo que, en cualquier Estado de derecho se hubiera considerado normal, como hubiera sido la aplicación de las leyes penales, la movilización de las fuerzas precisas para regularizar la situación y el restablecimiento inmediato y sin excusas de la normalidad constitucional.


Por desgracia para España y asombro de los millones de personas que votamos al PP, como único partido que representaba los valores del humanismo cristiano, de la defensa de la propiedad privada, de la protección de la vida humana y de la lucha contra aquellos que pretendían imponer una sociedad en la que, los vicios derivados de una sexualidad sin límites, según defendían algunos sectores más progresistas de la sociedad, deberían ser considerados como algo normal y diríamos que, hasta natural, equiparable al concepto moral defendido a través de los siglos por la sociedad tradicional española. Las últimas generaciones de políticos que han ocupado la dirección del PP, bajo el mando de Mariano Rajoy, han decidido prescindir del bagaje ético y moral que caracterizaba al partido del señor Fraga Iribarne, para hacer concesiones a quienes defendían una mayor flexibilidad respecto a las nuevas costumbres, menos rigidez en cuanto a valores que siempre se habían considerado irrenunciables y más tolerancia en temas como el matrimonio, los divorcios, el aborto, la homosexualidad y la moralidad pública que, con el transcurso del tiempo, ha desembocado en un tipo de formación política en la que se puede decir que, del partido de antaño, apenas quedan las siglas y los pocos que pensábamos que llegaría un momento en el que alguien, dentro del partido, sería capaz de hacerle recobrar los principios que inspiraron a su fundador, cuando decidió crear una formación con la que enfrentarse al comunismo, el materialismo y la filosofía relativista que se empezaba a apoderar de la sociedad española.


El lamentarse ya no aporta nada nuevo y, ante una situación como la actual, los votantes de derechas nos vemos abocados a saltar del barco que se está hundiendo irremisiblemente, para apoyarnos en algún otro partido que se asemeje en algo al PP, algo que no existe en la actualidad política de nuestra nación, o bien, si es que hay tiempo para ello, quien debiera iniciar su recuperación y estuviera dispuesto a llevar a cabo la catarsis que se precisa, diera un paso al frente para pedir la dimisión de Rajoy y todo su equipo, a la vez que dispusiera una depuración a fondo de todos aquellos que, directa o indirectamente, hubieran formado parte del actual equipo de dirección. Ignoramos si, en la actualidad existe alguna figura tapada dentro del PP que tuviera las cualidades y la valentía precisas para intentar salvar de su hundimiento definitivo al partido; en todo caso, nadie haría ascos a que una figura como la del señor Núñez Feijoo, el actual presidente de la comunidad gallega, un señor que ha demostrado cintura política, eficacia, ser buen administrador y tener la energía que se precisa para poner orden en una formación lastrada por los innumerables casos de corrupción que ha padecido; por la cantidad de paniaguados que viven a costa del partido y por aquellos otros miembros que siguen ocupando cargos representativos en el Parlamento y el Senado como meros figurones, sin relevancia alguna e incapaces de hacer otra cosa que apretar el botón del voto cuando así se lo indica el encargado de dirigir la votación del partido en las dos cámaras.


Como, en una situación tan complicada como la actual, especialmente para el PP, nunca se sabe hasta dónde llegará la intransigencia de sus directivos, el empecinamiento en mantener sus ideas, pese a quien pese y, permítaseme la expresión, la falta de la necesaria comprensión y generosidad para ceder el mando a otra persona que se muestre dispuesta a la difícil tarea de recomponer un partido con tantas goteras; es muy posible que, si el señor Rajoy sigue en su idea de volverse a presentar en las próximas elecciones, si los ministros que han sido cómplices del fracaso se empeñan en seguir en sus puestos después del fiasco colectivo de su gestión o llegue un momento en el que, por su propia decadencia, este partido llegare a desparecer, los millones de votantes de derechas y centro derecha que han venido votando al PP, se van a ver obligados a escoger a otro partido para otorgarle su voto. En realidad, son muchos millones y es evidente que entre ellos deben existir distintas sensibilidades políticas de modo que es muy posible que, algunos de ellos, vayan a parar a partidos de ideas más progresistas pero, el grueso, los más conservadores y los que no comulgan con todas estas ideas de izquierda o extrema izquierda, hacia donde dirigirán sus ojos, con cierta reticencia, eso sí, va a ser hacia el partido del señor Albert Rivera, si es que es capaz de demostrar que no va a dejarse seducir por el PSOE del señor Pedro Sánchez, que ya ha vuelto a lo de siempre, es decir, a dirigir toda su artillería contra el PP, sin preocuparse por la precaria situación política en la que nos encontramos, en lo que es conveniente para todos los españoles y, en un tema muy importante, en la imagen que vamos a dar ante la CE y el resto de países que ya están con la mosca detrás de la oreja ante la persistencia de la insurrección catalana y que, nada más faltaba la sentencia del caso Gürgle, para que empiecen a pensar que España puede llegar a ser un país como Grecia, que es capaz de poner en serios problemas a toda la comunidad europea.


La primera advertencia seria nos ha llegado desde la Bolsa y el Ibex 35, que han experimentado una bajada importante que pone de relieve la sensibilidad del dinero ante cualquier situación que ponga en cuestión la estabilidad de un país. Otra cuestión importante: si ya nos preocupa la verdadera capacidad del señor Rivera para asumir un cargo de la responsabilidad de la jefatura del gobierno española, ya no hablemos de la posibilidad de que, como consecuencia de la moción de censura que van a presentar en el Parlamento, el señor Pedro Sánchez, líder del PSOE, llegara a ocupar la presidencia del gobierno, cuando su partido adolece de los mismos problemas internos que se le han venido atribuyendo al PP. Nadie puede echar en saco roto el tema del juicio de los ERE, en cuanto a repercusión económica mucho más importante que el Gürtel, en el que están imputados dos de los presidentes socialistas de la comunidad andaluza. No van a tardar en producirse las sentencias correspondientes y, si no estamos muy engañados, es posible que el número de condenados no se quede muy atrás del que el caso que afecta a los populares ha producido.


La figura cuestionada, sin duda bastante desconocida en los foros europeos, con proyectos sociales que van a requerir fuertes endeudamiento de un país que ya está muy por encima del 97% del PIB en cuanto a su deuda pública; si resulta que Sánchez, con su falta de visión política, intenta gravarla con mayores exigencias ya sea motu proprio o impulsado por el partido de Podemos, cuyas cuentas del Gran Capitán, si se llevaran a cabo, bastarían para llevar a la quiebra en unos pocos meses a la nación española. Puede que, como le suele suceder a este líder del partido socialista, no haya contado hasta cien antes de embarcarse en esta aventura si es que piensa ganar la moción de censura, para lo cual, si Ciudadanos no parece que esté por la labor, precisa de pedirles el voto a los nacionalistas catalanes y a Podemos, para intentar conseguir la mayoría absoluta, que es la que se requiere en estos casos. En realidad a quien le va a tocar, otra vez, el inclinar el fiel de la balanza en esta presunta votación, van a ser los del PNV que ya han anunciado que están dispuesto a discutir la jugada. Conociéndoles y sabiendo de su apetito por el dinero, nadie puede asegurar que, en esta ocasión, no decidan echarle un pellizco más al Tesoro nacional si es que, el señor Sánchez, en su absoluta inconsciencia en busca de obtener el poder, se presta a comprometerse con ellos a mejorarles, más si cabe, sus reducciones del cupo vasco que, si seguimos como hasta ahora, pronto va a resultar que, el Estado español será quien vaya a tener que indemnizar a los vascos, en lugar de recibir dinero de ellos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos dejar de manifestar una honda preocupación por lo que nos espera que, si hasta ahora ya se presentaba peliagudo, a partir de la sentencia que hoy se ha conocido y de las que todavía quedan pendientes, que afectan al PP y a su Caja B; es muy posible que la situación política, social ( veremos qué pasa con el desempleo) y económica de España, experimente importantes retrocesos que pudieran acabar por situarnos en una situación similar o peor a la que obligó a Rodríguez Zapatero a tirar la toalla, a finales del 2011, para pedir la celebración de elecciones. Puede que sea preciso volver a empezar a rezar.

Sin duda se puede decir que, desde el advenimiento de la democracia en España, no se había producido una situación semejante y que entrañara tanto peligro, como esta en la que nos encontramos ahora.  

Los pronósticos se cumplieron. España sumida en el desconcierto

“Acepta. No es resignación pero nada de hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar” Dalai Lama
Miguel Massanet
sábado, 26 de mayo de 2018, 12:07 h (CET)

Por desgracia, los peores presagios se han cumplido y aquellos negros nubarrones que hace ya muchos meses hemos venido pronosticando, han hecho acto de presencia con una violencia extraordinaria en la política española. Las consecuencias de empeñarse en mantener a un presidente, evidentemente superado por las circunstancias que han venido jalonando los últimos meses de su mandato como presidente del ejecutivo, eran previsibles y se puede decir que la situación del PP empezó a ser insostenible y precaria desde el momento en el que quiso hacerse con el gobierno del país a toda costa, a pesar de haber quedado en una situación inestable, al perder su mayoría en el Parlamento, lo que le obligó al señor Rajoy a intentar mantenerse con un gobierno en minoría, expuesto a los caprichos y vaivenes de una oposición que, a su vez, había quedado lo suficientemente cuarteada como para que, las distintas alianzas para gobernar, estuvieran en todo momento condicionadas por los diversos avatares, no solamente respecto a nuestra situación económica, afortunadamente bastante estabilizada ni de nuestras relaciones con la UE, sin duda harto satisfactorias, sino también, y aquí es donde se ha fracasado, en lo referente a nuestra situación interna condicionada por un Parlamento en el que, los resultados de las últimas elecciones dieron pie a que, los partidos minoritarios tuvieran una influencia que, con el anterior bipartidismo, no se daba y, en segundo lugar, por el desafío catalán, la piedra de toque que debía demostrar la capacidad del gobierno de España para afrontar una situación extremadamente compleja en la que, la demostración de cualquier signo de debilidad, tenía la virtud de ir envalentonando a todos los políticos nacionalistas catalanes, que veían en la inacción, tolerancia, pasividad y aparente pasotismode nuestro ejecutivo, la aceptación tácita que les permitía suponer que podían seguir quemando etapas hacia su objetivo final: la independencia de Cataluña de España; todo ello sin temor a las naturales represalias a cargo de lo que, en cualquier Estado de derecho se hubiera considerado normal, como hubiera sido la aplicación de las leyes penales, la movilización de las fuerzas precisas para regularizar la situación y el restablecimiento inmediato y sin excusas de la normalidad constitucional.


Por desgracia para España y asombro de los millones de personas que votamos al PP, como único partido que representaba los valores del humanismo cristiano, de la defensa de la propiedad privada, de la protección de la vida humana y de la lucha contra aquellos que pretendían imponer una sociedad en la que, los vicios derivados de una sexualidad sin límites, según defendían algunos sectores más progresistas de la sociedad, deberían ser considerados como algo normal y diríamos que, hasta natural, equiparable al concepto moral defendido a través de los siglos por la sociedad tradicional española. Las últimas generaciones de políticos que han ocupado la dirección del PP, bajo el mando de Mariano Rajoy, han decidido prescindir del bagaje ético y moral que caracterizaba al partido del señor Fraga Iribarne, para hacer concesiones a quienes defendían una mayor flexibilidad respecto a las nuevas costumbres, menos rigidez en cuanto a valores que siempre se habían considerado irrenunciables y más tolerancia en temas como el matrimonio, los divorcios, el aborto, la homosexualidad y la moralidad pública que, con el transcurso del tiempo, ha desembocado en un tipo de formación política en la que se puede decir que, del partido de antaño, apenas quedan las siglas y los pocos que pensábamos que llegaría un momento en el que alguien, dentro del partido, sería capaz de hacerle recobrar los principios que inspiraron a su fundador, cuando decidió crear una formación con la que enfrentarse al comunismo, el materialismo y la filosofía relativista que se empezaba a apoderar de la sociedad española.


El lamentarse ya no aporta nada nuevo y, ante una situación como la actual, los votantes de derechas nos vemos abocados a saltar del barco que se está hundiendo irremisiblemente, para apoyarnos en algún otro partido que se asemeje en algo al PP, algo que no existe en la actualidad política de nuestra nación, o bien, si es que hay tiempo para ello, quien debiera iniciar su recuperación y estuviera dispuesto a llevar a cabo la catarsis que se precisa, diera un paso al frente para pedir la dimisión de Rajoy y todo su equipo, a la vez que dispusiera una depuración a fondo de todos aquellos que, directa o indirectamente, hubieran formado parte del actual equipo de dirección. Ignoramos si, en la actualidad existe alguna figura tapada dentro del PP que tuviera las cualidades y la valentía precisas para intentar salvar de su hundimiento definitivo al partido; en todo caso, nadie haría ascos a que una figura como la del señor Núñez Feijoo, el actual presidente de la comunidad gallega, un señor que ha demostrado cintura política, eficacia, ser buen administrador y tener la energía que se precisa para poner orden en una formación lastrada por los innumerables casos de corrupción que ha padecido; por la cantidad de paniaguados que viven a costa del partido y por aquellos otros miembros que siguen ocupando cargos representativos en el Parlamento y el Senado como meros figurones, sin relevancia alguna e incapaces de hacer otra cosa que apretar el botón del voto cuando así se lo indica el encargado de dirigir la votación del partido en las dos cámaras.


Como, en una situación tan complicada como la actual, especialmente para el PP, nunca se sabe hasta dónde llegará la intransigencia de sus directivos, el empecinamiento en mantener sus ideas, pese a quien pese y, permítaseme la expresión, la falta de la necesaria comprensión y generosidad para ceder el mando a otra persona que se muestre dispuesta a la difícil tarea de recomponer un partido con tantas goteras; es muy posible que, si el señor Rajoy sigue en su idea de volverse a presentar en las próximas elecciones, si los ministros que han sido cómplices del fracaso se empeñan en seguir en sus puestos después del fiasco colectivo de su gestión o llegue un momento en el que, por su propia decadencia, este partido llegare a desparecer, los millones de votantes de derechas y centro derecha que han venido votando al PP, se van a ver obligados a escoger a otro partido para otorgarle su voto. En realidad, son muchos millones y es evidente que entre ellos deben existir distintas sensibilidades políticas de modo que es muy posible que, algunos de ellos, vayan a parar a partidos de ideas más progresistas pero, el grueso, los más conservadores y los que no comulgan con todas estas ideas de izquierda o extrema izquierda, hacia donde dirigirán sus ojos, con cierta reticencia, eso sí, va a ser hacia el partido del señor Albert Rivera, si es que es capaz de demostrar que no va a dejarse seducir por el PSOE del señor Pedro Sánchez, que ya ha vuelto a lo de siempre, es decir, a dirigir toda su artillería contra el PP, sin preocuparse por la precaria situación política en la que nos encontramos, en lo que es conveniente para todos los españoles y, en un tema muy importante, en la imagen que vamos a dar ante la CE y el resto de países que ya están con la mosca detrás de la oreja ante la persistencia de la insurrección catalana y que, nada más faltaba la sentencia del caso Gürgle, para que empiecen a pensar que España puede llegar a ser un país como Grecia, que es capaz de poner en serios problemas a toda la comunidad europea.


La primera advertencia seria nos ha llegado desde la Bolsa y el Ibex 35, que han experimentado una bajada importante que pone de relieve la sensibilidad del dinero ante cualquier situación que ponga en cuestión la estabilidad de un país. Otra cuestión importante: si ya nos preocupa la verdadera capacidad del señor Rivera para asumir un cargo de la responsabilidad de la jefatura del gobierno española, ya no hablemos de la posibilidad de que, como consecuencia de la moción de censura que van a presentar en el Parlamento, el señor Pedro Sánchez, líder del PSOE, llegara a ocupar la presidencia del gobierno, cuando su partido adolece de los mismos problemas internos que se le han venido atribuyendo al PP. Nadie puede echar en saco roto el tema del juicio de los ERE, en cuanto a repercusión económica mucho más importante que el Gürtel, en el que están imputados dos de los presidentes socialistas de la comunidad andaluza. No van a tardar en producirse las sentencias correspondientes y, si no estamos muy engañados, es posible que el número de condenados no se quede muy atrás del que el caso que afecta a los populares ha producido.


La figura cuestionada, sin duda bastante desconocida en los foros europeos, con proyectos sociales que van a requerir fuertes endeudamiento de un país que ya está muy por encima del 97% del PIB en cuanto a su deuda pública; si resulta que Sánchez, con su falta de visión política, intenta gravarla con mayores exigencias ya sea motu proprio o impulsado por el partido de Podemos, cuyas cuentas del Gran Capitán, si se llevaran a cabo, bastarían para llevar a la quiebra en unos pocos meses a la nación española. Puede que, como le suele suceder a este líder del partido socialista, no haya contado hasta cien antes de embarcarse en esta aventura si es que piensa ganar la moción de censura, para lo cual, si Ciudadanos no parece que esté por la labor, precisa de pedirles el voto a los nacionalistas catalanes y a Podemos, para intentar conseguir la mayoría absoluta, que es la que se requiere en estos casos. En realidad a quien le va a tocar, otra vez, el inclinar el fiel de la balanza en esta presunta votación, van a ser los del PNV que ya han anunciado que están dispuesto a discutir la jugada. Conociéndoles y sabiendo de su apetito por el dinero, nadie puede asegurar que, en esta ocasión, no decidan echarle un pellizco más al Tesoro nacional si es que, el señor Sánchez, en su absoluta inconsciencia en busca de obtener el poder, se presta a comprometerse con ellos a mejorarles, más si cabe, sus reducciones del cupo vasco que, si seguimos como hasta ahora, pronto va a resultar que, el Estado español será quien vaya a tener que indemnizar a los vascos, en lugar de recibir dinero de ellos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos dejar de manifestar una honda preocupación por lo que nos espera que, si hasta ahora ya se presentaba peliagudo, a partir de la sentencia que hoy se ha conocido y de las que todavía quedan pendientes, que afectan al PP y a su Caja B; es muy posible que la situación política, social ( veremos qué pasa con el desempleo) y económica de España, experimente importantes retrocesos que pudieran acabar por situarnos en una situación similar o peor a la que obligó a Rodríguez Zapatero a tirar la toalla, a finales del 2011, para pedir la celebración de elecciones. Puede que sea preciso volver a empezar a rezar.

Sin duda se puede decir que, desde el advenimiento de la democracia en España, no se había producido una situación semejante y que entrañara tanto peligro, como esta en la que nos encontramos ahora.  

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