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Hay demasiados fantasmas en activo, que toleramos de manera absurda

Bandadas fantasmales

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Nos acechan por todas partes. Ahora son muy activas a través de los artilugios digitales, pero su peso agobiante compite con las situadas en los ambientes próximos. Las actuantes en zonas remotas, sólo nos afectan de forma indirecta, aunque contribuyen al talante atosigante general. Son agrupaciones variadas, si bien la característica principal de sus miembros es común. Radica en la notoria INCOMPLETUD fantasmagórica de sus integrantes, elementos activos pero sin cerebro, quienes se presentan sin cara, aquellos autómatas insensibles como entes inhumanoso quienes presentan pérdidas alarmantes de rasgos básicos como personas. Configuran verdaderas bandadas de fantasmas en acción.


Aún con escasas cualidades, con un poco de atención, descubrimos el lema libertario dominante en las referidas bandadas; es otro de sus indicadores comunes. Se les llena la boca con proclamas de libertad, cuando en realidad se erigen en representantes de la ceremonia de la CONFUSIÓN. Esa libertad absoluta no existe. En cambio, aquello del libre albedrío para las decisiones razonadas teniendo en cuenta dificultades e imposibles, lo tienen eliminado de su repertorio. Sus pretensiones libertarias les conducen a la elaboración de mensajes descabalados; de esa forma, sus prácticas oscilan entre las incongruencias y los despropósitos, causantes de las peores consecuencias.


Avanzamos en el conocimiento de la biología, las comunicaciones nos entrelazan sin parangón, la cultura invade los anaqueles y habíamos creído en el igualamiento de las razas en una comunidad de convivientes. ¡Habíamos olvidado las bandadas! ¡Cuánto fantasma! Nos han invadido oleadas de fantasmas fanáticos del RACISMO. A falta de razas, las fabrican con pequeños detalles, les basta su enérgica actitud separadora, tampoco toleran la reunión con los diferentes. Agrandan las distancias y multiplican las fórmulas fronterizas. En cuanto a su alcance, juzguen ustedes, desde Cataluña al ancho mundo o viceversa, con la proliferación de maniobras excluyentes; eso sí, toleradas por la estupidez general.

Según la veta de intereses enarbolados como principal componente identitario, reconoceremos la enorme creatividad de los promotores de bandadas invasivas. Sus IDIOMAS acogen lenguajes novedosos junto a otros añejos; en un panorama acomodaticio tras la estela de las interesadas corrientes subyacentes, sus auténticos impulsos generatrices. De tal guisa, las expresiones utilizadas son de rango económico, como agentes principales al servicio de predicados especulativos e incluso corruptos. Hay quienes pretenden ceñirse a pequeños diccionarios, locales, ideológicos, etc. Recalquemos la necedad contradictoria de idiomas orientados en contra de la mejor comunicación.


Especial atención requieren las dos bandadas que saco a colación ahora. Comienzo con la saga de los VIOLENTOS, numerosos, desde la crispación injustificada a las agresiones terroríficas y crueles. Bien como elenmentos aislados en sus actuaciones o asociados a sectas de mal fario. No cabe duda, existe gente con ese carácter persistente, diferenciados de los casos esporádicos originados por la confluencia de condicionantes en un momento dado. Quién no ha comenzado a detectarlos en las discusiones habituales, de tráfico, laborales o domésticas. Si no se previenen, detectan o corrigen a tiempo, la intensidad de sus tendencias turbulentas suele extralimitarse, como comprobamos hasta la saciedad en cada informativo.


Muy próximos a los citados individuos violentos, ejercen sus maldades sujetos menos expuestos, pero con niveles de bajeza verdaderamente degenerados. Forman parte de las bandadas de ASQUEROSOS. En primer lugar, no dan la cara. Desde su segundo plano, con frecuencia regurgitan ideas peores que las de los activistas violentos. Todavía actúan quienes auparon a etarras, colaboracionistas, encubridores, de mala ralea. Pero sucede también en otros entornos, de asesinos, violadores, o los encorbatados terroristas de cuello blanco. En definitiva, cómplices de las peores tragedias, promotores en la sombra, saturados de odio y menosprecio hacia las posibles víctimas. Y están infiltrados entre los vecindarios.


En una especie de exaltación jubilosa de la ignorancia, suele verse a gente adherida a comportamientos irracionales. Fervientes seguidores de un líder impetuoso, de una consigna, funcionan sin argumentaciones contrastadas. Son SECTARIOS irreflexivos. No siempre en torno de las creencias religiosas, ni mucho menos. Como factor definitorio domina su carácter sectario, ceñidos a las proposiciones grupales. Su acérrima cerrazón los inutiliza, por falta de conexiones. Ni coherentes son, no razonan para ello; su posición, ni es religión ni es nada. Representan la huida fuera de la comunidad propiamente dicha, siendo con frecuencia enemigos de la convivencia, en todo caso, elementos divergentes.


En ocasiones, la mencionada subordinación enajenada está motivada por circunstancias o mecanismos enfermizos, si no patologías evidentes; me refiero a las ADICCIONES. A nadie se le escapa el amplio muestrario de las mismas en cuanto a drogas, hábitos, juegos o cualquier otra actividad. Pronto se añade el agravante del proselitismo, cuyo afán incide en la provocación de trastornos en otras personas, familias o colectivos. La adicción también se dirige hacia objetivos menos aparentes, relaciones personales, obsesiones, manías, manipulación de sentimientos, robo. Etc. Su capacidad de arrastre es potente, amplía el número de afectados, los efectos nocivos y dificulta los tratamientos recuperadores.


Como una culminación nefasta de la despersonalización de los sujetos, surge el numeroso grupo de los desesperados, acaso creciente, cercados por dificultades insalvables.La plaga de la DESESPERACIÓN coloca a sus víctimas en grupos amorfos, por la pérdida progresiva de sus rasgos identitarios. A su inicial carencia de recursos, se añade el abandono social e incluso su instrumentalización por parte de los mejor colocados en los estratos del poder, son utilizados para fines ajenos. Aunque la resistencia sea fuerte, tamañas oleadas son demostrativas de la relegación del sentimiento solidario. Los horizontes no se vislumbran, se acaban las fuerzas de los resistentes que devienen en irrecuperables.

Las presiones derivadas de estas salidas extravagantes, por la presencia sucesiva de sus acometidas, o quizá por la presencia simultánea de todas ellas, arremeten contra el sentido racional que dábamos por supuesto en las actividades de la comunidad. Ofrecen una imagen fantasmagórica de lo que pudiera haber sido, no fue, no es y no será si se mantienen las tendencias actuales.


Nos esforzamos en la negación de la existencia de diablos y fantasmas, al tiempo que tropezamos a cada paso con actuaciones propias de ellos, estén donde estén y se llamen como se llamen. Con frecuencia, tienen nombres y apellidos bien conocidos. La pasividad o estupidez con la cual afrontamos estos hechos enciende las ALARMAS.

Bandadas fantasmales

Hay demasiados fantasmas en activo, que toleramos de manera absurda
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 25 de mayo de 2018, 00:09 h (CET)

Nos acechan por todas partes. Ahora son muy activas a través de los artilugios digitales, pero su peso agobiante compite con las situadas en los ambientes próximos. Las actuantes en zonas remotas, sólo nos afectan de forma indirecta, aunque contribuyen al talante atosigante general. Son agrupaciones variadas, si bien la característica principal de sus miembros es común. Radica en la notoria INCOMPLETUD fantasmagórica de sus integrantes, elementos activos pero sin cerebro, quienes se presentan sin cara, aquellos autómatas insensibles como entes inhumanoso quienes presentan pérdidas alarmantes de rasgos básicos como personas. Configuran verdaderas bandadas de fantasmas en acción.


Aún con escasas cualidades, con un poco de atención, descubrimos el lema libertario dominante en las referidas bandadas; es otro de sus indicadores comunes. Se les llena la boca con proclamas de libertad, cuando en realidad se erigen en representantes de la ceremonia de la CONFUSIÓN. Esa libertad absoluta no existe. En cambio, aquello del libre albedrío para las decisiones razonadas teniendo en cuenta dificultades e imposibles, lo tienen eliminado de su repertorio. Sus pretensiones libertarias les conducen a la elaboración de mensajes descabalados; de esa forma, sus prácticas oscilan entre las incongruencias y los despropósitos, causantes de las peores consecuencias.


Avanzamos en el conocimiento de la biología, las comunicaciones nos entrelazan sin parangón, la cultura invade los anaqueles y habíamos creído en el igualamiento de las razas en una comunidad de convivientes. ¡Habíamos olvidado las bandadas! ¡Cuánto fantasma! Nos han invadido oleadas de fantasmas fanáticos del RACISMO. A falta de razas, las fabrican con pequeños detalles, les basta su enérgica actitud separadora, tampoco toleran la reunión con los diferentes. Agrandan las distancias y multiplican las fórmulas fronterizas. En cuanto a su alcance, juzguen ustedes, desde Cataluña al ancho mundo o viceversa, con la proliferación de maniobras excluyentes; eso sí, toleradas por la estupidez general.

Según la veta de intereses enarbolados como principal componente identitario, reconoceremos la enorme creatividad de los promotores de bandadas invasivas. Sus IDIOMAS acogen lenguajes novedosos junto a otros añejos; en un panorama acomodaticio tras la estela de las interesadas corrientes subyacentes, sus auténticos impulsos generatrices. De tal guisa, las expresiones utilizadas son de rango económico, como agentes principales al servicio de predicados especulativos e incluso corruptos. Hay quienes pretenden ceñirse a pequeños diccionarios, locales, ideológicos, etc. Recalquemos la necedad contradictoria de idiomas orientados en contra de la mejor comunicación.


Especial atención requieren las dos bandadas que saco a colación ahora. Comienzo con la saga de los VIOLENTOS, numerosos, desde la crispación injustificada a las agresiones terroríficas y crueles. Bien como elenmentos aislados en sus actuaciones o asociados a sectas de mal fario. No cabe duda, existe gente con ese carácter persistente, diferenciados de los casos esporádicos originados por la confluencia de condicionantes en un momento dado. Quién no ha comenzado a detectarlos en las discusiones habituales, de tráfico, laborales o domésticas. Si no se previenen, detectan o corrigen a tiempo, la intensidad de sus tendencias turbulentas suele extralimitarse, como comprobamos hasta la saciedad en cada informativo.


Muy próximos a los citados individuos violentos, ejercen sus maldades sujetos menos expuestos, pero con niveles de bajeza verdaderamente degenerados. Forman parte de las bandadas de ASQUEROSOS. En primer lugar, no dan la cara. Desde su segundo plano, con frecuencia regurgitan ideas peores que las de los activistas violentos. Todavía actúan quienes auparon a etarras, colaboracionistas, encubridores, de mala ralea. Pero sucede también en otros entornos, de asesinos, violadores, o los encorbatados terroristas de cuello blanco. En definitiva, cómplices de las peores tragedias, promotores en la sombra, saturados de odio y menosprecio hacia las posibles víctimas. Y están infiltrados entre los vecindarios.


En una especie de exaltación jubilosa de la ignorancia, suele verse a gente adherida a comportamientos irracionales. Fervientes seguidores de un líder impetuoso, de una consigna, funcionan sin argumentaciones contrastadas. Son SECTARIOS irreflexivos. No siempre en torno de las creencias religiosas, ni mucho menos. Como factor definitorio domina su carácter sectario, ceñidos a las proposiciones grupales. Su acérrima cerrazón los inutiliza, por falta de conexiones. Ni coherentes son, no razonan para ello; su posición, ni es religión ni es nada. Representan la huida fuera de la comunidad propiamente dicha, siendo con frecuencia enemigos de la convivencia, en todo caso, elementos divergentes.


En ocasiones, la mencionada subordinación enajenada está motivada por circunstancias o mecanismos enfermizos, si no patologías evidentes; me refiero a las ADICCIONES. A nadie se le escapa el amplio muestrario de las mismas en cuanto a drogas, hábitos, juegos o cualquier otra actividad. Pronto se añade el agravante del proselitismo, cuyo afán incide en la provocación de trastornos en otras personas, familias o colectivos. La adicción también se dirige hacia objetivos menos aparentes, relaciones personales, obsesiones, manías, manipulación de sentimientos, robo. Etc. Su capacidad de arrastre es potente, amplía el número de afectados, los efectos nocivos y dificulta los tratamientos recuperadores.


Como una culminación nefasta de la despersonalización de los sujetos, surge el numeroso grupo de los desesperados, acaso creciente, cercados por dificultades insalvables.La plaga de la DESESPERACIÓN coloca a sus víctimas en grupos amorfos, por la pérdida progresiva de sus rasgos identitarios. A su inicial carencia de recursos, se añade el abandono social e incluso su instrumentalización por parte de los mejor colocados en los estratos del poder, son utilizados para fines ajenos. Aunque la resistencia sea fuerte, tamañas oleadas son demostrativas de la relegación del sentimiento solidario. Los horizontes no se vislumbran, se acaban las fuerzas de los resistentes que devienen en irrecuperables.

Las presiones derivadas de estas salidas extravagantes, por la presencia sucesiva de sus acometidas, o quizá por la presencia simultánea de todas ellas, arremeten contra el sentido racional que dábamos por supuesto en las actividades de la comunidad. Ofrecen una imagen fantasmagórica de lo que pudiera haber sido, no fue, no es y no será si se mantienen las tendencias actuales.


Nos esforzamos en la negación de la existencia de diablos y fantasmas, al tiempo que tropezamos a cada paso con actuaciones propias de ellos, estén donde estén y se llamen como se llamen. Con frecuencia, tienen nombres y apellidos bien conocidos. La pasividad o estupidez con la cual afrontamos estos hechos enciende las ALARMAS.

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