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En ocasiones leemos algo en la prensa que nos ayuda a recordar y despierta nuestra nostalgia

Françoise Hardy, la melancolía y otros temas

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Es evidente que, cuando la situación de una nación está maleada por noticias desagradables, cuando los ciudadanos se consideran desvalidos ante acontecimientos que sienten que los superan o cuando temen que corra peligro su estatus social, sus propiedades o su modus vivendi, se crea entre ellos una sensación desagradable de inseguridad que ayuda a que ,los recuerdos de otros tiempos, de situaciones pretéritas que impactaron en nuestras vivencias y formaron parte de una época dorada de nuestra vida que, indudablemente, magnificamos cada vez más a medida que los años nos van privando de aquellos privilegios físicos e intelectuales que constituían el tesoro, forzosamente perdurable y transitorio, que nos brindaba aquella época de nuestra juventud; recobren protagonismo, para reactivar el funcionamiento de sinapsis que ya creíamos atrofiadas por completo.


Hoy hemos leído, en un artículo recientemente aparecido en la prensa diaria, la noticia de que una cantante francesa, Françoise Hardy, después de sesenta años de pasar prácticamente desparecida del panorama artístico y de haber conseguido sobrevivir a un peligroso cáncer, que la ha mantenido durante años al margen de la sociedad luchando entre la vida y la muerte, ha reaparecido, después de superar la enfermedad y lo ha hecho con un nuevo disco de canciones, “Perdonne d’otre”, con el que la reciclada artista gala ha vuelto a comparecer ante su audiencia, constituyendo un acontecimiento artístico para la cultura francesa. En realidad, no es que nos importe mucho que esta anciana de cabellos grises intente revivir antiguos éxitos, más bien ha sido la noticia de que sigue viva, de que, en los años 60 fue una mujer bella, líder del pop francés, que cantaba baladas como la famosa “Todos los chicos y chicas” , canción que constituyó un verdadero éxito en una época en la que, la canción francesa, todavía se consideraba una de las que dominaban el panorama musical europeo y se escuchaban en todas aquellas discotecas a las que nuestra juventud acudía para relacionarse, conocerse y establecer amistades.


Inevitablemente volvemos, en un feedback mental, hacia aquella época de nuestra vida que, las actuales generaciones se empeñan en desacreditar, en la que, contrariamente a lo que pretenden hacer ver estos buitres que se ocupan de crear una memoria histórica, en la que reescriben los hechos que tuvieron lugar en aquellos tiempos, dándoles el tono repulsivo, descorazonador, triste y presuntamente opresivo, que ellos, que no vivieron aquellos tiempos ni tuvieron ocasión de ver cómo, una España diezmada por una Guerra Civil, después de unos primeros años de penurias, falta de alimentos, aislamiento internacional, estraperlo e intentos de algunos republicanos favorecidos desde Francia ( dominada por el PCF), los maquis, de desestabilizar el nuevo régimen; conseguía, a partir de los años 50 del siglo pasado, ir superando sus carencias, resolviendo sus problemas, mejorando sus relaciones exteriores, al tiempo que ponía orden en su industria y sus exportaciones mejoraban, de modo que los españoles empezamos a gozar de unas condiciones de vida, especialmente desde aquellos años en la que entraron en el Gobierno los llamados tecnócratas, como López Bravo, López Rodó, Ullastres etc. que supieron imprimir a la nación española un empuje desconocido hasta entonces.


No es cierto que la juventud de entonces estuviéramos deprimidos, agobiados o que se nos cortaran las alas y careciéramos de medios y lugares donde ir a divertirnos y pasarlo bien. Esta es la leyenda apócrifa que los que han venido resabiados empeñados en desacreditar el régimen franquista, se han obstinado en divulgar, aprovechándose de la segunda “leyenda negra”, que las naciones contrarias al régimen franquista se inventaron para dar una explicación plausible a que, un régimen dictatorial rechazado por muchos países extranjeros, pudiera sostenerse sin ningún episodio revolucionario de importancia, durante 40 años. Claro que no existían partidos políticos, ni comisarios comunistas, ni se permitía a los comunistas ( aunque siguió habiéndolos siempre) que se manifestaran públicamente, pero si hubo un sindicatos verticales que, si los comparamos con la ineficiencia de los actuales, se puede decir que fueron mucho más efectivos, resolutivos y defensores de los trabajadores, que ninguno de los que actualmente salen a la calle para hacer el ridículo, completamente entregados a los partidos políticos de los que dependen.


No dudamos de que el progreso haya llegado a España después de la implantación de la democracia, pero hay aspectos de la política nacional que, a muchos, nos producen nostalgia de la garantías jurídicas, el respeto por la propiedad, la defensa de los derechos de los trabajadores y la seguridad en el trabajo de los que gozaban aquellos trabajadores que tuvieron que luchar, como el resto de los españoles, para superar los efectos traumáticos de una guerra civil, pero que consiguieron levantar España y darles a sus hijos ( los que ahora se quejan cuando disponen de un nivel de vida que sus padres nunca sonaron en conseguir) los estudios, la preparación y una situación económica que los antiguos aparceros de la república o los trabajadores textiles de los años treinta en Cataluña, con jornadas de 12 horas, nunca pensaron que se pudiera llegar a conseguir de los patronos.


Nos encontramos ante una situación que, a los que ya nos pesan los años sobre nuestras espaldas, nos hacen recordar aquellas jornadas de temor, pánico, insomnio, racionamiento, intranquilidad y ansiedad que, de niños, tuvimos que padecer esperando o temiendo las buenas o malas noticias que llegaban de los frentes, padeciendo por la vida de nuestros familiares y con la incertidumbre de lo que nos depararía el mañana o si de los cielos nos iba a caer la metralla capaz de destruir nuestras casas o acabar con las vidas de todos nosotros. Lo peor es que, esta amarga experiencia que tuvimos los que vivimos aquellos tiempos, hoy en día, ninguno de los que pertenecen a las nuevas generaciones de españolas las ha experimentado. Las informaciones que parten de los que nos gobiernan, los que forman parte de las élites económicas de nuestro país o de los catedráticos y profesores de nuestras universidades, ya han pasado por la criba del pensamiento político que tienen los que recibieron las informaciones de sus antecesores y así sucesivamente. Los papeles y los libros que se publicaron cuando finalizó la guerra, tanto los del bando ganador como los del perdedor ya han desaparecido o los que subsisten se analizan desde el punto de vista de quienes no son capaces de entender las causas verdaderas, la situación insostenible de aquellos años del decenio de los 30, los crímenes que se cometieron, las venganzas que la implantación de la II Republica facilitó durante aquellos tiempos de falta de autoridad, de la toma de las calles por bandas de criminales armados que no tenían manías a la hora de asesinar, tortura, robar o apropiarse de los patrimonios ajenos sin que, estas actividades de la CNT o la FAI, fueran castigadas, impedidas o desmanteladas por quienes tenían la obligación de mantener el orden.


Vean el panorama actual y díganme ustedes si: quienes nos gobiernan, los separatistas que intentan la escisión de Cataluña de España; la falta de entendimiento respecto a las medidas a adoptar para acabar con esta situación; la ausencia de entendimiento que se está produciendo en el seno de las familias catalanas con motivo del enfrentamiento entre soberanistas y españolistas; los gobernantes catalanes que intentan integrar un nuevo gobierno con presos y exiliados por ser prófugos de la Justicia; el distanciamiento entre los tribunales de Justicia y quienes, desde la obcecación anti-españolista, se niegan a obedecer sus resoluciones o a aceptar las mismas leyes emanadas de las Cortes españolas en un claro desafío a la Constitución y a las leyes penales que nos debieran proteger contra la delincuencia política de quienes están decididos a conseguir romper la unidad del país. Si nadie toma el mando de la situación, si no hay quien decida coger el toro por los cuernos y recuperar la legalidad, poniendo a cada cual en su sitio y enviando a la cárcel a todos aquellos que se han negado a cumplir con las leyes que nos hemos impuesto, precisamente para evitar que ocurriera lo que está sucediendo en la actualidad. Desgraciadamente estamos ante aquello de la fábula de los galgos y los podencos, mientras los dirigentes políticos en el Parlamento o el Senado se disputan entre ellos el poder, los que no están por seguir los dictados de las leyes han optado por el camino de en medio y, prescindiendo de cualquier freno legal, han decidido ser ellos los que nos impongan su ley, la de las calles y la revolución y, ¿saben ustedes que es lo peor de todo este desbarajuste? Pues que, los malos, los que no cumplen con las leyes, de momento y mientras no se demuestre lo contrario, son los que van ganando.


O así es como, señores, cuando leemos una noticia como la de la melancólica cantante francesa, Françoise Hardy, aquella estilizada y soñadora muchacha oriunda de nuestro país vecino, y recordamos sus bonitas baladas de amor y libertad, sentimos como si en nuestro interior brotase de nuevo un poco de aquella fuerza juvenil que ya hace tantos años que dimos por definitivamente perdida. Y es que, cuando uno llega a esta etapa de la vida en la que es tan difícil acoplarse a las nuevas costumbres de quienes han llegado para ocupar nuestros lugares, cualquier mirada al pasado, recuerdo recuperado o sentimientos reencontrados son recibidos como agua de mayo, en este caso particular, destinada a regar con su frescura este reseco páramo en el que se ha convertido lo que queda de nuestras neuronas. Verdaderamente patético.

Françoise Hardy, la melancolía y otros temas

En ocasiones leemos algo en la prensa que nos ayuda a recordar y despierta nuestra nostalgia
Miguel Massanet
lunes, 21 de mayo de 2018, 04:19 h (CET)

Es evidente que, cuando la situación de una nación está maleada por noticias desagradables, cuando los ciudadanos se consideran desvalidos ante acontecimientos que sienten que los superan o cuando temen que corra peligro su estatus social, sus propiedades o su modus vivendi, se crea entre ellos una sensación desagradable de inseguridad que ayuda a que ,los recuerdos de otros tiempos, de situaciones pretéritas que impactaron en nuestras vivencias y formaron parte de una época dorada de nuestra vida que, indudablemente, magnificamos cada vez más a medida que los años nos van privando de aquellos privilegios físicos e intelectuales que constituían el tesoro, forzosamente perdurable y transitorio, que nos brindaba aquella época de nuestra juventud; recobren protagonismo, para reactivar el funcionamiento de sinapsis que ya creíamos atrofiadas por completo.


Hoy hemos leído, en un artículo recientemente aparecido en la prensa diaria, la noticia de que una cantante francesa, Françoise Hardy, después de sesenta años de pasar prácticamente desparecida del panorama artístico y de haber conseguido sobrevivir a un peligroso cáncer, que la ha mantenido durante años al margen de la sociedad luchando entre la vida y la muerte, ha reaparecido, después de superar la enfermedad y lo ha hecho con un nuevo disco de canciones, “Perdonne d’otre”, con el que la reciclada artista gala ha vuelto a comparecer ante su audiencia, constituyendo un acontecimiento artístico para la cultura francesa. En realidad, no es que nos importe mucho que esta anciana de cabellos grises intente revivir antiguos éxitos, más bien ha sido la noticia de que sigue viva, de que, en los años 60 fue una mujer bella, líder del pop francés, que cantaba baladas como la famosa “Todos los chicos y chicas” , canción que constituyó un verdadero éxito en una época en la que, la canción francesa, todavía se consideraba una de las que dominaban el panorama musical europeo y se escuchaban en todas aquellas discotecas a las que nuestra juventud acudía para relacionarse, conocerse y establecer amistades.


Inevitablemente volvemos, en un feedback mental, hacia aquella época de nuestra vida que, las actuales generaciones se empeñan en desacreditar, en la que, contrariamente a lo que pretenden hacer ver estos buitres que se ocupan de crear una memoria histórica, en la que reescriben los hechos que tuvieron lugar en aquellos tiempos, dándoles el tono repulsivo, descorazonador, triste y presuntamente opresivo, que ellos, que no vivieron aquellos tiempos ni tuvieron ocasión de ver cómo, una España diezmada por una Guerra Civil, después de unos primeros años de penurias, falta de alimentos, aislamiento internacional, estraperlo e intentos de algunos republicanos favorecidos desde Francia ( dominada por el PCF), los maquis, de desestabilizar el nuevo régimen; conseguía, a partir de los años 50 del siglo pasado, ir superando sus carencias, resolviendo sus problemas, mejorando sus relaciones exteriores, al tiempo que ponía orden en su industria y sus exportaciones mejoraban, de modo que los españoles empezamos a gozar de unas condiciones de vida, especialmente desde aquellos años en la que entraron en el Gobierno los llamados tecnócratas, como López Bravo, López Rodó, Ullastres etc. que supieron imprimir a la nación española un empuje desconocido hasta entonces.


No es cierto que la juventud de entonces estuviéramos deprimidos, agobiados o que se nos cortaran las alas y careciéramos de medios y lugares donde ir a divertirnos y pasarlo bien. Esta es la leyenda apócrifa que los que han venido resabiados empeñados en desacreditar el régimen franquista, se han obstinado en divulgar, aprovechándose de la segunda “leyenda negra”, que las naciones contrarias al régimen franquista se inventaron para dar una explicación plausible a que, un régimen dictatorial rechazado por muchos países extranjeros, pudiera sostenerse sin ningún episodio revolucionario de importancia, durante 40 años. Claro que no existían partidos políticos, ni comisarios comunistas, ni se permitía a los comunistas ( aunque siguió habiéndolos siempre) que se manifestaran públicamente, pero si hubo un sindicatos verticales que, si los comparamos con la ineficiencia de los actuales, se puede decir que fueron mucho más efectivos, resolutivos y defensores de los trabajadores, que ninguno de los que actualmente salen a la calle para hacer el ridículo, completamente entregados a los partidos políticos de los que dependen.


No dudamos de que el progreso haya llegado a España después de la implantación de la democracia, pero hay aspectos de la política nacional que, a muchos, nos producen nostalgia de la garantías jurídicas, el respeto por la propiedad, la defensa de los derechos de los trabajadores y la seguridad en el trabajo de los que gozaban aquellos trabajadores que tuvieron que luchar, como el resto de los españoles, para superar los efectos traumáticos de una guerra civil, pero que consiguieron levantar España y darles a sus hijos ( los que ahora se quejan cuando disponen de un nivel de vida que sus padres nunca sonaron en conseguir) los estudios, la preparación y una situación económica que los antiguos aparceros de la república o los trabajadores textiles de los años treinta en Cataluña, con jornadas de 12 horas, nunca pensaron que se pudiera llegar a conseguir de los patronos.


Nos encontramos ante una situación que, a los que ya nos pesan los años sobre nuestras espaldas, nos hacen recordar aquellas jornadas de temor, pánico, insomnio, racionamiento, intranquilidad y ansiedad que, de niños, tuvimos que padecer esperando o temiendo las buenas o malas noticias que llegaban de los frentes, padeciendo por la vida de nuestros familiares y con la incertidumbre de lo que nos depararía el mañana o si de los cielos nos iba a caer la metralla capaz de destruir nuestras casas o acabar con las vidas de todos nosotros. Lo peor es que, esta amarga experiencia que tuvimos los que vivimos aquellos tiempos, hoy en día, ninguno de los que pertenecen a las nuevas generaciones de españolas las ha experimentado. Las informaciones que parten de los que nos gobiernan, los que forman parte de las élites económicas de nuestro país o de los catedráticos y profesores de nuestras universidades, ya han pasado por la criba del pensamiento político que tienen los que recibieron las informaciones de sus antecesores y así sucesivamente. Los papeles y los libros que se publicaron cuando finalizó la guerra, tanto los del bando ganador como los del perdedor ya han desaparecido o los que subsisten se analizan desde el punto de vista de quienes no son capaces de entender las causas verdaderas, la situación insostenible de aquellos años del decenio de los 30, los crímenes que se cometieron, las venganzas que la implantación de la II Republica facilitó durante aquellos tiempos de falta de autoridad, de la toma de las calles por bandas de criminales armados que no tenían manías a la hora de asesinar, tortura, robar o apropiarse de los patrimonios ajenos sin que, estas actividades de la CNT o la FAI, fueran castigadas, impedidas o desmanteladas por quienes tenían la obligación de mantener el orden.


Vean el panorama actual y díganme ustedes si: quienes nos gobiernan, los separatistas que intentan la escisión de Cataluña de España; la falta de entendimiento respecto a las medidas a adoptar para acabar con esta situación; la ausencia de entendimiento que se está produciendo en el seno de las familias catalanas con motivo del enfrentamiento entre soberanistas y españolistas; los gobernantes catalanes que intentan integrar un nuevo gobierno con presos y exiliados por ser prófugos de la Justicia; el distanciamiento entre los tribunales de Justicia y quienes, desde la obcecación anti-españolista, se niegan a obedecer sus resoluciones o a aceptar las mismas leyes emanadas de las Cortes españolas en un claro desafío a la Constitución y a las leyes penales que nos debieran proteger contra la delincuencia política de quienes están decididos a conseguir romper la unidad del país. Si nadie toma el mando de la situación, si no hay quien decida coger el toro por los cuernos y recuperar la legalidad, poniendo a cada cual en su sitio y enviando a la cárcel a todos aquellos que se han negado a cumplir con las leyes que nos hemos impuesto, precisamente para evitar que ocurriera lo que está sucediendo en la actualidad. Desgraciadamente estamos ante aquello de la fábula de los galgos y los podencos, mientras los dirigentes políticos en el Parlamento o el Senado se disputan entre ellos el poder, los que no están por seguir los dictados de las leyes han optado por el camino de en medio y, prescindiendo de cualquier freno legal, han decidido ser ellos los que nos impongan su ley, la de las calles y la revolución y, ¿saben ustedes que es lo peor de todo este desbarajuste? Pues que, los malos, los que no cumplen con las leyes, de momento y mientras no se demuestre lo contrario, son los que van ganando.


O así es como, señores, cuando leemos una noticia como la de la melancólica cantante francesa, Françoise Hardy, aquella estilizada y soñadora muchacha oriunda de nuestro país vecino, y recordamos sus bonitas baladas de amor y libertad, sentimos como si en nuestro interior brotase de nuevo un poco de aquella fuerza juvenil que ya hace tantos años que dimos por definitivamente perdida. Y es que, cuando uno llega a esta etapa de la vida en la que es tan difícil acoplarse a las nuevas costumbres de quienes han llegado para ocupar nuestros lugares, cualquier mirada al pasado, recuerdo recuperado o sentimientos reencontrados son recibidos como agua de mayo, en este caso particular, destinada a regar con su frescura este reseco páramo en el que se ha convertido lo que queda de nuestras neuronas. Verdaderamente patético.

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