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Etiquetas | Kabilia | Argelia
En 1962 se produjo una transición y la Argelia árabe relevó al colonialismo francés, pero la Kabilia siguió y sigue hasta el día de hoy bajo ocupación de opresores

La Kabilia ocupada rompe el silencio

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Hace poco menos de un mes, el 20 de abril de este año, los bereberes de la Kabilia salieron a las calles para romper el silencio que envuelve su soterrada lucha independentista.


Todos los años, por esas fechas, decenas de miles de kabyles se manifiestan conmemorando los luctuosos sucesos del año 2001, cuando a raíz de protestas por el asesinato de un joven detenido por fuerzas represoras de la dictadura argelina 167 personas fueron asesinadas por el ejército y la gendarmería. Esos acontecimientos recibieron el nombre de “Primavera Negra”.


Los mismos hechos dieron lugar a la gestación de un movimiento en pro de la autodeterminación de esa región, identificado por el acrónimo MAK (Movimiento pro Autonomía de Kabilia). La agrupación ha ganado adeptos, aunque la mayoría de sus dirigentes viva exilada en Francia.


Los partidarios del movimiento acusan al régimen argelino de intentar erradicar su cultura y su lengua, imponiendo una arabización forzada acompañada de marginación económica.


Ferhat Mhenni dirige un gobierno provisional de Kabylia en el exilio, y lucha por lograr la autonomía como preludio de un estadio independiente.


Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otras organizaciones defensoras de los Derechos Humanos han rechazado la discriminación que el régimen argelino impuso sobre los bereber, pidiendo se retiren los cargos a perseguidos como Kamaleddine Fekhar, de reconocida lucha social en pro del respeto de la dignidad de los ciudadanos, así como de varias decenas de presos políticos.


Los bereberes o amazighs, pueblos originarios del Magreb, son etnias que desde el siglo VII fueron asediadas por los invasores árabes venidos del este, hasta devenir en una minoría que siguió poblando hasta el siglo XV las Canarias. Su nombre se traduce como “hombre libre”, y su lengua se habla desde el norte de Malí y de Níger hasta el norte de Marruecos y Argelia. En tanto Argelia ha sometido a los kabiles al silencio y olvido, hoy éstos intentan romper el ostracismo y agitar las banderas de un estado laico, democrático y progresista.


Los kabyles también se consideran marginados por las políticas económicas de Argelia, basadas en subsidios y empleo estatal, sin desarrollo industrial.


La mayor parte de este estado cuyo territorio fue dibujado en el mapa por los colonialistas franceses, es acaparada por los privilegiados generales argelinos, cuyos negocios son tan inaccesibles al público como el estado de salud del presidente Bouteflika, incapacitado para moverse e incluso hablar.


Esta élite pertenece inequívocamente a una especie que los latinoamericanos conocemos muy bien: La de los patriarcas, los padres de la patria, los redentores de los valores de nuestra civilización.


Pundonorosos soldados y humanistas austeros, que hipotecaron de por vida a sus pueblos, sosteniendo principios poco nobles y bastardos como la intangibilidad de las fronteras impuesta por los colonialistas europeos en África. No es ninguna novedad que poderosos como éstos se defiendan entre sí, incluso para deshacerse de su propio presidente como ocurrió con Mohamed Boudiaf en junio de 1992.


Argelia ha inspirado y sufragado al Polisario con el mismo doble rasero con el cual muchos españoles se asomaron al problema del Sahara Occidental. Sin embargo, jamás levantó su voz para defender otras minorías oprimidas.


El régimen de Argel condenó la secesión de Biafra, rechazó el separatismo de Cabinda e incluso apoyó a Addis Abeda contra los movimientos independentistas eritreos. Con el mismo alarde de hipocresía se ha negado a escuchar los reclamos de Kabilia.


Mejor olvidar, en fin, a los españoles que hicieron del problema del Sahara un arma arrojadiza contra su gobierno de turno, mientras seguían y siguen hasta hoy plantados en Ceuta y Melilla.


Tal vez Kabilia, de romper el silencio y olvido que le han impuesto, pueda darles algo de su propia medicina.

La Kabilia ocupada rompe el silencio

En 1962 se produjo una transición y la Argelia árabe relevó al colonialismo francés, pero la Kabilia siguió y sigue hasta el día de hoy bajo ocupación de opresores
Luis Agüero Wagner
viernes, 18 de mayo de 2018, 06:50 h (CET)

Hace poco menos de un mes, el 20 de abril de este año, los bereberes de la Kabilia salieron a las calles para romper el silencio que envuelve su soterrada lucha independentista.


Todos los años, por esas fechas, decenas de miles de kabyles se manifiestan conmemorando los luctuosos sucesos del año 2001, cuando a raíz de protestas por el asesinato de un joven detenido por fuerzas represoras de la dictadura argelina 167 personas fueron asesinadas por el ejército y la gendarmería. Esos acontecimientos recibieron el nombre de “Primavera Negra”.


Los mismos hechos dieron lugar a la gestación de un movimiento en pro de la autodeterminación de esa región, identificado por el acrónimo MAK (Movimiento pro Autonomía de Kabilia). La agrupación ha ganado adeptos, aunque la mayoría de sus dirigentes viva exilada en Francia.


Los partidarios del movimiento acusan al régimen argelino de intentar erradicar su cultura y su lengua, imponiendo una arabización forzada acompañada de marginación económica.


Ferhat Mhenni dirige un gobierno provisional de Kabylia en el exilio, y lucha por lograr la autonomía como preludio de un estadio independiente.


Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otras organizaciones defensoras de los Derechos Humanos han rechazado la discriminación que el régimen argelino impuso sobre los bereber, pidiendo se retiren los cargos a perseguidos como Kamaleddine Fekhar, de reconocida lucha social en pro del respeto de la dignidad de los ciudadanos, así como de varias decenas de presos políticos.


Los bereberes o amazighs, pueblos originarios del Magreb, son etnias que desde el siglo VII fueron asediadas por los invasores árabes venidos del este, hasta devenir en una minoría que siguió poblando hasta el siglo XV las Canarias. Su nombre se traduce como “hombre libre”, y su lengua se habla desde el norte de Malí y de Níger hasta el norte de Marruecos y Argelia. En tanto Argelia ha sometido a los kabiles al silencio y olvido, hoy éstos intentan romper el ostracismo y agitar las banderas de un estado laico, democrático y progresista.


Los kabyles también se consideran marginados por las políticas económicas de Argelia, basadas en subsidios y empleo estatal, sin desarrollo industrial.


La mayor parte de este estado cuyo territorio fue dibujado en el mapa por los colonialistas franceses, es acaparada por los privilegiados generales argelinos, cuyos negocios son tan inaccesibles al público como el estado de salud del presidente Bouteflika, incapacitado para moverse e incluso hablar.


Esta élite pertenece inequívocamente a una especie que los latinoamericanos conocemos muy bien: La de los patriarcas, los padres de la patria, los redentores de los valores de nuestra civilización.


Pundonorosos soldados y humanistas austeros, que hipotecaron de por vida a sus pueblos, sosteniendo principios poco nobles y bastardos como la intangibilidad de las fronteras impuesta por los colonialistas europeos en África. No es ninguna novedad que poderosos como éstos se defiendan entre sí, incluso para deshacerse de su propio presidente como ocurrió con Mohamed Boudiaf en junio de 1992.


Argelia ha inspirado y sufragado al Polisario con el mismo doble rasero con el cual muchos españoles se asomaron al problema del Sahara Occidental. Sin embargo, jamás levantó su voz para defender otras minorías oprimidas.


El régimen de Argel condenó la secesión de Biafra, rechazó el separatismo de Cabinda e incluso apoyó a Addis Abeda contra los movimientos independentistas eritreos. Con el mismo alarde de hipocresía se ha negado a escuchar los reclamos de Kabilia.


Mejor olvidar, en fin, a los españoles que hicieron del problema del Sahara un arma arrojadiza contra su gobierno de turno, mientras seguían y siguen hasta hoy plantados en Ceuta y Melilla.


Tal vez Kabilia, de romper el silencio y olvido que le han impuesto, pueda darles algo de su propia medicina.

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