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Él es humano

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Es humano, está demostrado. Pero en algún momento de esta Liga y de la pasada, algunos pensamos que tenía algo más que un ser humano cualquiera. Pero es humano, porque llora, porque se emociona, porque ama. Visiblemente emocionado, al borde de las lágrimas, Ronaldinho dedicó el Balón de Oro a sus compañeros del Barcelona y de la selección, a su familia y a sus amigos. Pronto se unió a él en el escenario de la parisiense sala Pierre Cardin su madre, que no había podido reprimir las lágrimas y que abrazó a su hijo.

Y es que aunque humano, tiene un don divino en sus pies; es magia, es espectáculo, es hacer vibrar a uno de los estadios más grandes del mundo, es ser portada de todos los periódicos nacionales e internacionales, es que sus goles y sus imposibles jugadas sean repetidas hasta la saciedad en todos los programas de televisión. Es Ronaldinho.

Sale el último al campo en los entrenamientos, también entra al vestuario en última posición, igual cuando salta al terreno de juego antes de un partido o se retira al final. Se santigua con una cara de concentración que nada tiene que ver con la peculiar sonrisa a la que nos tiene acostumbrados. Se mete tan de lleno en el partido, que es como si su personalidad cambiara, pero sólo noventa y tantos minutos. Y antes de cada pitido inicial, abraza a cada uno de sus compañeros y a partir de ahí, a hacer soñar a todos.

No soy del Barça, pero me gusta el fútbol, me gusta el buen fútbol y la magia que este hombre despierta es impresionante. Posee un olfato de gol que muchos quisieran. Hace regates imposibles que dan tal dolor de cabeza a los contrarios, que a éstos se les suele quedar cara de tontos, con el correspondiente perdón a los que se puedan sentir aludidos. Recoge un simple balón en el centro del campo y a medida que avanza hacia la portería, es capaz de soltar ráfagas de incredulidad, pasión, emoción y belleza.

El pasado año fue elegido mejor jugador FIFA y quedó tercero en la opción al galardón que ha conseguido este año. Pocas veces el nombre del laureado ha estado tan claro como en esta edición. Su gran rendimiento a lo largo del año le convirtió en el candidato número uno de todas las apuestas. Su nombre se impone al de dos centrocampistas ingleses que también han completado una gran temporada: Frank Lampard, alma del Chelsea, que muchos consideran como el mejor equipo de la pasada temporada, y Gerrard, auténtico espíritu del Liverpool que se proclamó campeón de Europa.

El jugador del Barcelona se impuso en la votación con una ventaja abrumadora, obteniendo 225 puntos, muy por delante del segundo y el tercero, los ingleses Frank Lampard (Chelsea) con 148 y Steve Gerrard (Liverpool) con 142. Cuarto fue el francés Thierry Henry (Arsenal), con 41, y quinto el ucraniano Andrei Schevchenko, con 33.
Y lo más emocionante para él: el hecho de estar de pie recibiendo el máximo galardón del fútbol europeo ante los mejores jugadores del mundo. Te lo mereces y por favor, sigue sonriendo.

Él es humano

Nazareth Heredia
Nazareth Heredia
jueves, 1 de diciembre de 2005, 22:57 h (CET)
Es humano, está demostrado. Pero en algún momento de esta Liga y de la pasada, algunos pensamos que tenía algo más que un ser humano cualquiera. Pero es humano, porque llora, porque se emociona, porque ama. Visiblemente emocionado, al borde de las lágrimas, Ronaldinho dedicó el Balón de Oro a sus compañeros del Barcelona y de la selección, a su familia y a sus amigos. Pronto se unió a él en el escenario de la parisiense sala Pierre Cardin su madre, que no había podido reprimir las lágrimas y que abrazó a su hijo.

Y es que aunque humano, tiene un don divino en sus pies; es magia, es espectáculo, es hacer vibrar a uno de los estadios más grandes del mundo, es ser portada de todos los periódicos nacionales e internacionales, es que sus goles y sus imposibles jugadas sean repetidas hasta la saciedad en todos los programas de televisión. Es Ronaldinho.

Sale el último al campo en los entrenamientos, también entra al vestuario en última posición, igual cuando salta al terreno de juego antes de un partido o se retira al final. Se santigua con una cara de concentración que nada tiene que ver con la peculiar sonrisa a la que nos tiene acostumbrados. Se mete tan de lleno en el partido, que es como si su personalidad cambiara, pero sólo noventa y tantos minutos. Y antes de cada pitido inicial, abraza a cada uno de sus compañeros y a partir de ahí, a hacer soñar a todos.

No soy del Barça, pero me gusta el fútbol, me gusta el buen fútbol y la magia que este hombre despierta es impresionante. Posee un olfato de gol que muchos quisieran. Hace regates imposibles que dan tal dolor de cabeza a los contrarios, que a éstos se les suele quedar cara de tontos, con el correspondiente perdón a los que se puedan sentir aludidos. Recoge un simple balón en el centro del campo y a medida que avanza hacia la portería, es capaz de soltar ráfagas de incredulidad, pasión, emoción y belleza.

El pasado año fue elegido mejor jugador FIFA y quedó tercero en la opción al galardón que ha conseguido este año. Pocas veces el nombre del laureado ha estado tan claro como en esta edición. Su gran rendimiento a lo largo del año le convirtió en el candidato número uno de todas las apuestas. Su nombre se impone al de dos centrocampistas ingleses que también han completado una gran temporada: Frank Lampard, alma del Chelsea, que muchos consideran como el mejor equipo de la pasada temporada, y Gerrard, auténtico espíritu del Liverpool que se proclamó campeón de Europa.

El jugador del Barcelona se impuso en la votación con una ventaja abrumadora, obteniendo 225 puntos, muy por delante del segundo y el tercero, los ingleses Frank Lampard (Chelsea) con 148 y Steve Gerrard (Liverpool) con 142. Cuarto fue el francés Thierry Henry (Arsenal), con 41, y quinto el ucraniano Andrei Schevchenko, con 33.
Y lo más emocionante para él: el hecho de estar de pie recibiendo el máximo galardón del fútbol europeo ante los mejores jugadores del mundo. Te lo mereces y por favor, sigue sonriendo.

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