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Marcos Méndez Sanguos

'Harry Potter y el Cáliz de Fuego', de Mike Newell

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Al margen de las consideraciones que podríamos debatir acerca de las aportaciones de un cineasta de prestigio como Mike Newell (Donnie Brasco) al frente de la realización de una película con las características de Harry Potter y el Cáliz de Fuego, la cual no permite demasiadas aventuras personales para un director de cine, el aspecto más llamativo de la cuarta entrega de la saga inventada por J. K. Rowling es el paso que dan sus protagonistas hacia la adolescencia.

Harry Potter ha pasado de ser una franquicia para niños a convertirse en un fenómeno mediático a escala general, para todas las edades, sexos y nacionalidades, y lo ha hecho por la puerta que mejor se adecua al cosmopolitismo cinematográfico desde que el cine es cine: el amor. Harry no se enamora en esta cuarta película, pero empieza a flirtear con las magas que acuden a Hogwarts para participar en el espléndido Torneo de los Tres Magos, igual que Ron Weasley observa, con ese rostro pesado de beatle pelirrojo, a una Hermione cada vez más crecidita. Asimismo, la realización no se contenta con los rostros de los personajes, y muchas veces la cámara observa en plano subjetivo un esplendoroso trasero o una cadera moviéndose como la de Shakira. Este punto de comedia adolescente con algo de gamberrada resulta divertido, aunque muchas veces la reincidencia exagerada está cerca del ridículo (cf. la toma de Viktor Krum, un atleta portentoso venido desde el lejano oriente, corriendo por la playa seguido de una veintena de adolescentes en celo). Lo digo por lo bajo, no vaya a ser que alguien se escandalice, pero creo que si observamos las conductas de los personajes de uno y otro sexo que aparecen en la película y reflexionamos sobre sus conductas llegaremos a la conclusión (sin necesidad de comernos mucho el tarro) de que Harry Potter y el Cáliz de Fuego tiene muchos argumentos para ser considerada una película, además de otras cosas (buenas y malas) machista. Repito, espero que esta frase se valore en su justa medida.

En otros apartados no-tan-controvertidos, hay que destacar el buen hacer de Newell en la magnífica secuencia de la persecución con el dragón, quizás el único acierto verdaderamente significativo de un film con muy pocos atractivos. Los actores, sobre todo Daniel Radcliffe, han madurado en sus interpretaciones hasta el punto de desdramatizar muchas situaciones desde el histrionismo (fundamentalmente las más extremas: la lucha con el dragón o el encuentro final con Voldemort), y por tanto lo que vemos no es a un personaje al límite de sus fuerzas, sino a un actor intentando poner a su personaje en el paroxismo sin llegar a conseguirlo.

Aun así, estos problemas en la interpretación unidos a un infantilismo que roza lo patético en la concepción de un guión dedicado por y para los menores de diez años (no hablaré de la base literaria, pues el cuarto libro de Harry Potter no lo he leído) no hacen de Harry Potter y el Cáliz de Fuego la peor película de la saga, sólo una más entre cuatro muy pesadas.

'Harry Potter y el Cáliz de Fuego', de Mike Newell

Marcos Méndez Sanguos
Marcos Méndez
sábado, 28 de enero de 2006, 03:31 h (CET)
Al margen de las consideraciones que podríamos debatir acerca de las aportaciones de un cineasta de prestigio como Mike Newell (Donnie Brasco) al frente de la realización de una película con las características de Harry Potter y el Cáliz de Fuego, la cual no permite demasiadas aventuras personales para un director de cine, el aspecto más llamativo de la cuarta entrega de la saga inventada por J. K. Rowling es el paso que dan sus protagonistas hacia la adolescencia.

Harry Potter ha pasado de ser una franquicia para niños a convertirse en un fenómeno mediático a escala general, para todas las edades, sexos y nacionalidades, y lo ha hecho por la puerta que mejor se adecua al cosmopolitismo cinematográfico desde que el cine es cine: el amor. Harry no se enamora en esta cuarta película, pero empieza a flirtear con las magas que acuden a Hogwarts para participar en el espléndido Torneo de los Tres Magos, igual que Ron Weasley observa, con ese rostro pesado de beatle pelirrojo, a una Hermione cada vez más crecidita. Asimismo, la realización no se contenta con los rostros de los personajes, y muchas veces la cámara observa en plano subjetivo un esplendoroso trasero o una cadera moviéndose como la de Shakira. Este punto de comedia adolescente con algo de gamberrada resulta divertido, aunque muchas veces la reincidencia exagerada está cerca del ridículo (cf. la toma de Viktor Krum, un atleta portentoso venido desde el lejano oriente, corriendo por la playa seguido de una veintena de adolescentes en celo). Lo digo por lo bajo, no vaya a ser que alguien se escandalice, pero creo que si observamos las conductas de los personajes de uno y otro sexo que aparecen en la película y reflexionamos sobre sus conductas llegaremos a la conclusión (sin necesidad de comernos mucho el tarro) de que Harry Potter y el Cáliz de Fuego tiene muchos argumentos para ser considerada una película, además de otras cosas (buenas y malas) machista. Repito, espero que esta frase se valore en su justa medida.

En otros apartados no-tan-controvertidos, hay que destacar el buen hacer de Newell en la magnífica secuencia de la persecución con el dragón, quizás el único acierto verdaderamente significativo de un film con muy pocos atractivos. Los actores, sobre todo Daniel Radcliffe, han madurado en sus interpretaciones hasta el punto de desdramatizar muchas situaciones desde el histrionismo (fundamentalmente las más extremas: la lucha con el dragón o el encuentro final con Voldemort), y por tanto lo que vemos no es a un personaje al límite de sus fuerzas, sino a un actor intentando poner a su personaje en el paroxismo sin llegar a conseguirlo.

Aun así, estos problemas en la interpretación unidos a un infantilismo que roza lo patético en la concepción de un guión dedicado por y para los menores de diez años (no hablaré de la base literaria, pues el cuarto libro de Harry Potter no lo he leído) no hacen de Harry Potter y el Cáliz de Fuego la peor película de la saga, sólo una más entre cuatro muy pesadas.

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