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Como corcel con la brida tensa, el PP, con Rajoy, va al paso

El PP va al paso, de momento

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Primero en la X Legislatura con mayoría absoluta; después en la XI que duró seis meses; y ahora, en la XII, con ayudas. En equitación, ir al paso es la marcha normal para trayectos largos. Con ella, se avanza sin sobresaltos, se administran los cansancios y se guarda una punta de energía.


Hasta ahora, la marcha del PP, al paso y dirigida por Rajoy, parecía adecuada para acomodar el partido a las necesidades nacionales. Tras el trote desbocado de Rodríguez Zapatero, España estaba exhausta. Se necesitaba recuperar resuello, echar cuentas y ahorrar con sacrificios. En aquellos tiempos, finales del 2011, todo el mundo lo entendió: Zapatero se apartó (o lo apartaron), hubo elecciones y se le encomendaron las riendas a Rajoy, un tipo con apariencia de sensato.


Rajoy, explicó la situación, expuso su programa y empezó a lidiar los problemas con éxito. Ayudado por el relevo de Rubalcaba en la cúpula del PSOE, supo aprovechar la inconsistencia de Pedro Sánchez para conducir la situación. Se produjo así una forma de conducir los intereses nacionales que, por contacto, se traspasó al Partido Popular. Todo el mundo, de dentro y de fuera, entendía que el país debía ir al paso; y el PP se acomodó a ese ritmo. Sin embargo, tras años de ahorros y penurias, empezaron a asomar los frutos. Podía ser el momento de soltar riendas y disminuir sacrificios. Rajoy decidió seguir con sacrificios exhibiendo metas al alcance (más empleo y recuperación económica) pero sin convencer de que era imprescindible. Consecuentemente, se produjo un retroceso electoral, el PP perdió la mayoría absoluta y Rajoy hubo de calibrar si convenía seguir tensando bridas. Después, nuevas elecciones, avatares diversos (investiduras fallidas de Sánchez e Iglesias) y el poder en manos de Rajoy, pero en minoría agravada con el problema catalán. Para seguir, al ritmo que sea, hay que contar con otras fuerzas políticas. O, por mejor decir, con la endeblez e inconsistencia de otras fuerzas políticas.


Dicho lo anterior, centrémonos en la realidad del momento. Ésta queda de manifiesto en la última Sesión de Control al Gobierno. Se celebraba la número 113 y lo que debiera ser Control al Gobierno, por la condición y situación de PSOE, Podemos y Ciudadanos, se convirtió en algo distinto: El cuidado, casi mimo, de quien, con las riendas tensas, tuvo que dedicarse a la políticamente vergonzosa tarea de enseñar, cuidar y conducir a una oposición representada por Margarita Robles, Pablo Iglesias y Albert Rivera.


Para sacar conclusiones, veamos, resumidas, las preguntas de los citados al presidente del Gobierno y sus contestaciones:


Margarita Robles: ¿Que ha hecho para evitar el deterioro institucional en la Comunidad de Madrid?. Respuesta: Debe estar satisfecha con el Gobierno, cuando no me pregunta por él. En réplica, Robles mezcló el Caso Gürtel con la Ciudad de la Justicia de Madrid y con una frase absurda (¿?) “Peor que ustedes el partido de Rivera”. Rajoy, casi doliente, acabó: Si siguen así, se van a convertir en irrelevantes. “Y yo lo siento”


Pablo Iglesias: ¿Sigue pensando que los casos de corrupción de su partido deben considerarse aislados?. Respuesta: Ponderación, rechazo la corrupción, también la de su partido y trabajo para cortarlas. En réplica, Iglesias recordó a los ministros Catalá y Montoro y preguntó: ¿Puede garantizar que sus candidatos serán tan limpios como usted.? Rajoy replicó preguntando si quería que hablara del becario que cobró de una Universidad sin aparecer y al que hacen candidato a la CAM, o del jefe en Podemos que no paga la Seguridad Social. Terminó con una concesión: “De eso no le voy a hablar, ni de la diputada Bescansa. No le voy a hablar porque eso le perjudica y, aunque usted no lo crea, yo no quiero perjudicarle a usted”.


Albert Rivera: ¿Por qué no ha recurrido ante el TC el voto delgado en el Parlament de prófugos de la justicia?. Respondió Rajoy que los Servicios Jurídicos lo habían desaconsejado porque el Gobierno no tiene esa facultad y que ya lo había hecho el PP como partido político. Rivera intentó argumentar y lanzó, se le escapó, una frase que, dicha en el Congreso de los Diputados, es de una gravedad tremenda: “Ciudadanos no le apoyará para aplicar la Constitución en Cataluña si no recurre el voto delegado de los huidos”. Acabó Rajoy citando objetivos compartidos, evitando la confrontación e intentando magisterio y censura: “Está usted de aprovechateguí en un tema importante... Le pido que se comporte usted como se está comportando el PSOE en el tema de Cataluña y, sinceramente, nos iría mucho mejor”


Después, Rajoy salió al pasillo y, raro en él, se mezcló con la Prensa, contestó preguntas, hizo concesiones a las cámaras y, ante la estupefacción de Fernando Jaúregui, alguien más y el que suscribe, recibió la frase inesperada de una periodista: “Muchas gracias, presidente, muy amable”.


Recabando impresiones entre diputados, contacté con dos socialistas, una popular, uno de ERC, otra de Podemos, y uno de Ciudadanos. Los socialistas estaban desolados con el desbarajuste de su portavoz; la popular había disfrutado con lo hecho por Rajoy, el republicano catalán, ajeno al debate, se centraba en la situación en Cataluña; la de Podemos no opinó y el de ciudadanos intentó justificar la postura de Rivera.


Tras acabar, en el estadio superior del hacer informativo y político que es el Bar Manolo, prescindiendo de lo menos importante, aparecieron los tres hechos importantes del día:


El error de Rivera, supeditando el apoyo a la Constitución a algo, que le define como persona, le inhabilita como político y le incapacita para aspirar a gobernar España.


Las riendas tensas de Rajoy, controlando y enseñando a la oposición, pero, por primera vez en varios años, dispuestas a destensarse y a animar a conmilitones y votantes.


Y la fecha de Aprobación definitiva de los Presupuestos Generales del Estado, que condicionará la forma de tratar, mantener o defenestrar a Rivera; y determinará la tensión de las riendas que mantiene Rajoy, mientras el PP va al paso, de momento. 

El PP va al paso, de momento

Como corcel con la brida tensa, el PP, con Rajoy, va al paso
José Luis Heras Celemín
viernes, 11 de mayo de 2018, 08:48 h (CET)

Primero en la X Legislatura con mayoría absoluta; después en la XI que duró seis meses; y ahora, en la XII, con ayudas. En equitación, ir al paso es la marcha normal para trayectos largos. Con ella, se avanza sin sobresaltos, se administran los cansancios y se guarda una punta de energía.


Hasta ahora, la marcha del PP, al paso y dirigida por Rajoy, parecía adecuada para acomodar el partido a las necesidades nacionales. Tras el trote desbocado de Rodríguez Zapatero, España estaba exhausta. Se necesitaba recuperar resuello, echar cuentas y ahorrar con sacrificios. En aquellos tiempos, finales del 2011, todo el mundo lo entendió: Zapatero se apartó (o lo apartaron), hubo elecciones y se le encomendaron las riendas a Rajoy, un tipo con apariencia de sensato.


Rajoy, explicó la situación, expuso su programa y empezó a lidiar los problemas con éxito. Ayudado por el relevo de Rubalcaba en la cúpula del PSOE, supo aprovechar la inconsistencia de Pedro Sánchez para conducir la situación. Se produjo así una forma de conducir los intereses nacionales que, por contacto, se traspasó al Partido Popular. Todo el mundo, de dentro y de fuera, entendía que el país debía ir al paso; y el PP se acomodó a ese ritmo. Sin embargo, tras años de ahorros y penurias, empezaron a asomar los frutos. Podía ser el momento de soltar riendas y disminuir sacrificios. Rajoy decidió seguir con sacrificios exhibiendo metas al alcance (más empleo y recuperación económica) pero sin convencer de que era imprescindible. Consecuentemente, se produjo un retroceso electoral, el PP perdió la mayoría absoluta y Rajoy hubo de calibrar si convenía seguir tensando bridas. Después, nuevas elecciones, avatares diversos (investiduras fallidas de Sánchez e Iglesias) y el poder en manos de Rajoy, pero en minoría agravada con el problema catalán. Para seguir, al ritmo que sea, hay que contar con otras fuerzas políticas. O, por mejor decir, con la endeblez e inconsistencia de otras fuerzas políticas.


Dicho lo anterior, centrémonos en la realidad del momento. Ésta queda de manifiesto en la última Sesión de Control al Gobierno. Se celebraba la número 113 y lo que debiera ser Control al Gobierno, por la condición y situación de PSOE, Podemos y Ciudadanos, se convirtió en algo distinto: El cuidado, casi mimo, de quien, con las riendas tensas, tuvo que dedicarse a la políticamente vergonzosa tarea de enseñar, cuidar y conducir a una oposición representada por Margarita Robles, Pablo Iglesias y Albert Rivera.


Para sacar conclusiones, veamos, resumidas, las preguntas de los citados al presidente del Gobierno y sus contestaciones:


Margarita Robles: ¿Que ha hecho para evitar el deterioro institucional en la Comunidad de Madrid?. Respuesta: Debe estar satisfecha con el Gobierno, cuando no me pregunta por él. En réplica, Robles mezcló el Caso Gürtel con la Ciudad de la Justicia de Madrid y con una frase absurda (¿?) “Peor que ustedes el partido de Rivera”. Rajoy, casi doliente, acabó: Si siguen así, se van a convertir en irrelevantes. “Y yo lo siento”


Pablo Iglesias: ¿Sigue pensando que los casos de corrupción de su partido deben considerarse aislados?. Respuesta: Ponderación, rechazo la corrupción, también la de su partido y trabajo para cortarlas. En réplica, Iglesias recordó a los ministros Catalá y Montoro y preguntó: ¿Puede garantizar que sus candidatos serán tan limpios como usted.? Rajoy replicó preguntando si quería que hablara del becario que cobró de una Universidad sin aparecer y al que hacen candidato a la CAM, o del jefe en Podemos que no paga la Seguridad Social. Terminó con una concesión: “De eso no le voy a hablar, ni de la diputada Bescansa. No le voy a hablar porque eso le perjudica y, aunque usted no lo crea, yo no quiero perjudicarle a usted”.


Albert Rivera: ¿Por qué no ha recurrido ante el TC el voto delgado en el Parlament de prófugos de la justicia?. Respondió Rajoy que los Servicios Jurídicos lo habían desaconsejado porque el Gobierno no tiene esa facultad y que ya lo había hecho el PP como partido político. Rivera intentó argumentar y lanzó, se le escapó, una frase que, dicha en el Congreso de los Diputados, es de una gravedad tremenda: “Ciudadanos no le apoyará para aplicar la Constitución en Cataluña si no recurre el voto delegado de los huidos”. Acabó Rajoy citando objetivos compartidos, evitando la confrontación e intentando magisterio y censura: “Está usted de aprovechateguí en un tema importante... Le pido que se comporte usted como se está comportando el PSOE en el tema de Cataluña y, sinceramente, nos iría mucho mejor”


Después, Rajoy salió al pasillo y, raro en él, se mezcló con la Prensa, contestó preguntas, hizo concesiones a las cámaras y, ante la estupefacción de Fernando Jaúregui, alguien más y el que suscribe, recibió la frase inesperada de una periodista: “Muchas gracias, presidente, muy amable”.


Recabando impresiones entre diputados, contacté con dos socialistas, una popular, uno de ERC, otra de Podemos, y uno de Ciudadanos. Los socialistas estaban desolados con el desbarajuste de su portavoz; la popular había disfrutado con lo hecho por Rajoy, el republicano catalán, ajeno al debate, se centraba en la situación en Cataluña; la de Podemos no opinó y el de ciudadanos intentó justificar la postura de Rivera.


Tras acabar, en el estadio superior del hacer informativo y político que es el Bar Manolo, prescindiendo de lo menos importante, aparecieron los tres hechos importantes del día:


El error de Rivera, supeditando el apoyo a la Constitución a algo, que le define como persona, le inhabilita como político y le incapacita para aspirar a gobernar España.


Las riendas tensas de Rajoy, controlando y enseñando a la oposición, pero, por primera vez en varios años, dispuestas a destensarse y a animar a conmilitones y votantes.


Y la fecha de Aprobación definitiva de los Presupuestos Generales del Estado, que condicionará la forma de tratar, mantener o defenestrar a Rivera; y determinará la tensión de las riendas que mantiene Rajoy, mientras el PP va al paso, de momento. 

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