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Mucho parloteo no suele contribuir a los mejores entendimientos

Hieratismo parlanchín

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Siempre nos acompañó esta actitud, la abundancia de palabrejas, incluso grandilocuentes; al tiempo de permanecer impasibles ante determinadas situaciones. Es una propiedad constitutiva de los humanos, sabemos de su presencia AMBIVALENTE desde la antigüedad, se da ahora y tiene visos de continuar boyante. Aunque hay ejemplos descollantes por ambos extremos, es habitual la coincidencia en un mismo sujeto de momentos orientados al parloteo, mientras en otras fases no hay manera de mostrar ninguna expresividad. Arrastramos esas irregularidades caóticas, con las cuales hemos de contar, si bien no debiéramos perder la chaveta de un cierto equilibrio. Incluso en el caos emergen ordenamientos de gran prestancia.


La rimbombante actualidad arma el suficiente ruido para la acaparación de la atención colectiva y de refilón, por contagio, la de los individuos particulares. Ocupa las esferas vitales con una agresividad reiterativa de alcances imprevistos. Su opulenta presencia es efervescente, EXPANSIVA, dejando los espacios libres como entes irreconocibles y con escasas posibilidades de uso real. Quedamos apabullados por la sucesión de pronunciamientos. Al pronto notamos en general un aire positivo por la abundancia de estímulos, luego percibimos la imposibilidad de captarlos todos al completo, para adentrarnos en la interrogante del vértigo, en busca de apoyos de mayor consistencia. Viajamos con cierta facilidad desde la euforia bullanguera a la inquietud.


El bullicio, la velocidad, las maravillas, las palabras encendidas; no consiguen esconder, ni siquiera disimulan, el descarado silenciamiento despectivo, con el cual tratamos de desprendernos de los desfavorecidos. En ese fondo burbujeante emerge un HIERATISMO cruel e implacable, ejercido sobre determinadas personas consideradas insignificantes. Muchas de esas personas viven solas, abandonadas, dejadas a su mala suerte en medio del tráfago. En otros casos, el tratamiento despectivo incide sobre colectivos de marginados. Vivimos entre un despliegue progresivo, despiadado, de los menosprecios hacia debilitados, mientras no se pueda sacar algo de ellos.


Hay una enorme distancia desde las imaginaciones infantiles a los anhelos posteriores y las realidades percibidas con el tiempo. Las ilusiones se multiplican sin demasiado esfuerzo, pero la insatisfacción es natural, la vehemencia inicial se apacigua con los topetazos de la vida. También el atisbo de posibles colaboraciones mantenía viva la esperanza. Por el contrario, las mecionadas actitudes desdeñosas, hieráticas, sin respuestas, enfrían los ánimos, convirtiendo a la FRUSTRACIÓN en el lamento que retrata los tiempos actuales. De manera muy especial, cuando podía haberse evitado y las posibles colaboraciones residían en gente con recursos y cercana; aunque con actitudes muy displicentes,


De la manía clasificatoria, a la cual somos tan adictos, devienen múltiples errores de mayor o menor bulto, sobre los cuales, pronto perdemos el control de sus efectos. Enseguida catalogamos de primarios o secundarios, beneficiosos o perniciosos, a los papeles desempeñados por la madre, el padre, los abuelos, educadores o acompañantes; lo hacemos prendados de una contundencia un tanto idiota, porque los entresijos de esas influencias nos pillan muy alejados de su conocimiento; apenas atisbamos los resultados superficiales. Con la misma facilidad con la que afirmamos con prepotencia parlanchina, también permanecemos indiferentes cuando nos conviene. Los fundamentos alegados adolecen de la misma LIGEREZA.


La insensatez campa a sus anchas, relegan las valoraciones pertinentes a un segundo o tercer término. Las meras ocurrencias, medias verdades, falsedades, junto a la reiteración, parecen constituir el fondo argumental utilizado. No es la Historia, la Ciencia, la Biología…quienes rigen; es lo que alguien nos intenta inculcar con la saña de sus intenciones aviesas. Reúnen el mutismo real de no decir nada útil, con su huida de la verdad a base de la emisión ruidosa de sus consignas. Necesitamos con urgencia escapar de los monopolios informativos, centrarnos en una ampliación de los ENFOQUES, para diversificar las lecturas de cuanto acontezca, para no caer en las emboscadas habituales.


Cuando las señales apuntaban a la fertilidad de unos bellos oasis, sorprende la detección de un gran número de paisajes desérticos en las mentalidades y comportamientos del gentío comunitario. Notables prepotencias junto a hundimientos suicidas, acumulación de riquezas y hambrunas, recursos culturales como nunca y la idiotez necia en aumento, medios y carencias. El pretendido verdor de las promesas vehementes se reseca en unos ambientes dedicados a las prácticas EVANESCENTES, porque lejos de la agrupación razonada de sus integrantes, estos quedan relegados, sólo se actúa sobre ellos. Los criterios están basados en elucubraciones distanciadas de lo que son y representan las personas.


Entre el vocerío y los silencios degradantes, es incesante el clamor, que pese a sus dimensiones, pasa desapercibido; es el de las INCOHERENCIAS. De no ser así, no puede entenderse lo que ocurre. Millones de euros dilapidados en mil embustes, mientras los ancianos cuentan los euros uno a uno. Asesinatos, desapariciones, crueldades, sin la reacción contundente de unos legisladores dedicados a sus trifulcas. Bien están las diferencias, pero no los sueldos miserables confrontados al escándalo de cargps y prebendas. Tampoco el vulgo se libra, su falta de coherencia es notoria; visto lo que hacen con los votos, el renqueante conformismo es también hierático. La paividad es incoherente.


Podemos opinar de todo, de eso no cabe duda; pero discutir de las opiniones también, no faltaba más. La estupidez sobreviene cuando a base de juntar opiniones se pretenda la neutralización e incluso la suplantación de los saberes contrastados a través de las investigaciones y los adecuados FILTROS científicos. El bagaje de la opinión o de estos procedimientos habla por sí mismo. Si usted opina que las vacunas son improcedentes, allá usted con sus expresiones, pero puede perjudicar al resto. Porque, hasta donde podemos llegar en la comprensión de las cosas, los efectos beneficiosos de las vacunas son notorios. En este ejemplo se perfila con nitidez la importancia de los criterios equilibrados.


Acogiendo el concepto de exiliado, ante las posturas hieráticas, por su cerrazón, estamos expulsados de su ámbito. Algo similar ocurre también desde las esferas del parloteo insustancial, allí nadie contará con el respeto a su dignidad, todo se volatiliza. La DIALÉCTICA dispone de buenos recursos para la adaptación a los enigmas profundos y a las peculiaridades, pero precisa de la franqueza en busca de las mayores cuotas de verdad; es una actitud imprescindible para unos logros aceptables. También estamos sometidos a otras muchas circunstancias. Vengan de donde vengan los individuos, estén donde estén, piensen como piensen y cualesquiera que sean sus cargamentos identitarios; las emociones y la razón son bien recibidas en el abrazo participativo.

Hieratismo parlanchín

Mucho parloteo no suele contribuir a los mejores entendimientos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de abril de 2018, 06:41 h (CET)

Siempre nos acompañó esta actitud, la abundancia de palabrejas, incluso grandilocuentes; al tiempo de permanecer impasibles ante determinadas situaciones. Es una propiedad constitutiva de los humanos, sabemos de su presencia AMBIVALENTE desde la antigüedad, se da ahora y tiene visos de continuar boyante. Aunque hay ejemplos descollantes por ambos extremos, es habitual la coincidencia en un mismo sujeto de momentos orientados al parloteo, mientras en otras fases no hay manera de mostrar ninguna expresividad. Arrastramos esas irregularidades caóticas, con las cuales hemos de contar, si bien no debiéramos perder la chaveta de un cierto equilibrio. Incluso en el caos emergen ordenamientos de gran prestancia.


La rimbombante actualidad arma el suficiente ruido para la acaparación de la atención colectiva y de refilón, por contagio, la de los individuos particulares. Ocupa las esferas vitales con una agresividad reiterativa de alcances imprevistos. Su opulenta presencia es efervescente, EXPANSIVA, dejando los espacios libres como entes irreconocibles y con escasas posibilidades de uso real. Quedamos apabullados por la sucesión de pronunciamientos. Al pronto notamos en general un aire positivo por la abundancia de estímulos, luego percibimos la imposibilidad de captarlos todos al completo, para adentrarnos en la interrogante del vértigo, en busca de apoyos de mayor consistencia. Viajamos con cierta facilidad desde la euforia bullanguera a la inquietud.


El bullicio, la velocidad, las maravillas, las palabras encendidas; no consiguen esconder, ni siquiera disimulan, el descarado silenciamiento despectivo, con el cual tratamos de desprendernos de los desfavorecidos. En ese fondo burbujeante emerge un HIERATISMO cruel e implacable, ejercido sobre determinadas personas consideradas insignificantes. Muchas de esas personas viven solas, abandonadas, dejadas a su mala suerte en medio del tráfago. En otros casos, el tratamiento despectivo incide sobre colectivos de marginados. Vivimos entre un despliegue progresivo, despiadado, de los menosprecios hacia debilitados, mientras no se pueda sacar algo de ellos.


Hay una enorme distancia desde las imaginaciones infantiles a los anhelos posteriores y las realidades percibidas con el tiempo. Las ilusiones se multiplican sin demasiado esfuerzo, pero la insatisfacción es natural, la vehemencia inicial se apacigua con los topetazos de la vida. También el atisbo de posibles colaboraciones mantenía viva la esperanza. Por el contrario, las mecionadas actitudes desdeñosas, hieráticas, sin respuestas, enfrían los ánimos, convirtiendo a la FRUSTRACIÓN en el lamento que retrata los tiempos actuales. De manera muy especial, cuando podía haberse evitado y las posibles colaboraciones residían en gente con recursos y cercana; aunque con actitudes muy displicentes,


De la manía clasificatoria, a la cual somos tan adictos, devienen múltiples errores de mayor o menor bulto, sobre los cuales, pronto perdemos el control de sus efectos. Enseguida catalogamos de primarios o secundarios, beneficiosos o perniciosos, a los papeles desempeñados por la madre, el padre, los abuelos, educadores o acompañantes; lo hacemos prendados de una contundencia un tanto idiota, porque los entresijos de esas influencias nos pillan muy alejados de su conocimiento; apenas atisbamos los resultados superficiales. Con la misma facilidad con la que afirmamos con prepotencia parlanchina, también permanecemos indiferentes cuando nos conviene. Los fundamentos alegados adolecen de la misma LIGEREZA.


La insensatez campa a sus anchas, relegan las valoraciones pertinentes a un segundo o tercer término. Las meras ocurrencias, medias verdades, falsedades, junto a la reiteración, parecen constituir el fondo argumental utilizado. No es la Historia, la Ciencia, la Biología…quienes rigen; es lo que alguien nos intenta inculcar con la saña de sus intenciones aviesas. Reúnen el mutismo real de no decir nada útil, con su huida de la verdad a base de la emisión ruidosa de sus consignas. Necesitamos con urgencia escapar de los monopolios informativos, centrarnos en una ampliación de los ENFOQUES, para diversificar las lecturas de cuanto acontezca, para no caer en las emboscadas habituales.


Cuando las señales apuntaban a la fertilidad de unos bellos oasis, sorprende la detección de un gran número de paisajes desérticos en las mentalidades y comportamientos del gentío comunitario. Notables prepotencias junto a hundimientos suicidas, acumulación de riquezas y hambrunas, recursos culturales como nunca y la idiotez necia en aumento, medios y carencias. El pretendido verdor de las promesas vehementes se reseca en unos ambientes dedicados a las prácticas EVANESCENTES, porque lejos de la agrupación razonada de sus integrantes, estos quedan relegados, sólo se actúa sobre ellos. Los criterios están basados en elucubraciones distanciadas de lo que son y representan las personas.


Entre el vocerío y los silencios degradantes, es incesante el clamor, que pese a sus dimensiones, pasa desapercibido; es el de las INCOHERENCIAS. De no ser así, no puede entenderse lo que ocurre. Millones de euros dilapidados en mil embustes, mientras los ancianos cuentan los euros uno a uno. Asesinatos, desapariciones, crueldades, sin la reacción contundente de unos legisladores dedicados a sus trifulcas. Bien están las diferencias, pero no los sueldos miserables confrontados al escándalo de cargps y prebendas. Tampoco el vulgo se libra, su falta de coherencia es notoria; visto lo que hacen con los votos, el renqueante conformismo es también hierático. La paividad es incoherente.


Podemos opinar de todo, de eso no cabe duda; pero discutir de las opiniones también, no faltaba más. La estupidez sobreviene cuando a base de juntar opiniones se pretenda la neutralización e incluso la suplantación de los saberes contrastados a través de las investigaciones y los adecuados FILTROS científicos. El bagaje de la opinión o de estos procedimientos habla por sí mismo. Si usted opina que las vacunas son improcedentes, allá usted con sus expresiones, pero puede perjudicar al resto. Porque, hasta donde podemos llegar en la comprensión de las cosas, los efectos beneficiosos de las vacunas son notorios. En este ejemplo se perfila con nitidez la importancia de los criterios equilibrados.


Acogiendo el concepto de exiliado, ante las posturas hieráticas, por su cerrazón, estamos expulsados de su ámbito. Algo similar ocurre también desde las esferas del parloteo insustancial, allí nadie contará con el respeto a su dignidad, todo se volatiliza. La DIALÉCTICA dispone de buenos recursos para la adaptación a los enigmas profundos y a las peculiaridades, pero precisa de la franqueza en busca de las mayores cuotas de verdad; es una actitud imprescindible para unos logros aceptables. También estamos sometidos a otras muchas circunstancias. Vengan de donde vengan los individuos, estén donde estén, piensen como piensen y cualesquiera que sean sus cargamentos identitarios; las emociones y la razón son bien recibidas en el abrazo participativo.

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