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ACNUR advierte de que cada vez hay más venezolanos que huyen por razones políticas

Colombia se convierte en la puerta de entrada de los venezolanos que huyen del "hambre" y de Maduro

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Venezuela sufre una crisis económica ya enquistada que ha empujado a miles de personas a los países vecinos. La mayoría han ido a parar a Colombia, donde sobreviven a duras penas en la informalidad a la espera de un estatus migratorio que les permita trabajar y acceder a los servicios básicos de educación, sanidad o vivienda. La situación es cada vez peor para quienes llegan y quienes acogen. Amenaza ya con convertirse en una crisis humanitaria.


La fuerte caída de los ingresos públicos, en gran medida por el desplome del precio del petróleo en los mercados internacionales --principal fuente de riqueza del país--, a lo que la oposición suma una mala gestión y corrupción, ha dejado al Gobierno de Nicolás Maduro sin dinero para seguir comprando en el exterior los bienes que Venezuela hace tiempo que no produce, como comida o medicamentos.

La escasez generalizada disparó a su vez unos precios que no han dejado de crecer. Vanessa, una colombiana de 71 años que vivía en Venezuela, decidió regresar el año pasado por "el hambre". "Un paquete de huevos costaba unos diez dólares. Para quienes ganábamos solo 50 dólares al mes era demasiado dinero (...) Solo podíamos comer una vez al día", cuenta desde Arauca, en el lado colombiano de la frontera, a Save the Children.

Según el último informe de Migración Colombia, al cierre de 2017 había más de 550.000 venezolanos en el país, un 62 por ciento más respecto al primer trimestre del mismo año. En el punto álgido, las autoridades llegaron a registrar un flujo diario de más de 30.000 personas. "Son números muy grandes", ha subrayado el representante del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Colombia, Jozef Merkx, en una entrevista a Europa Press.

Y eso solo por los siete puestos de control oficiales que hay en una frontera de más de 2.200 kilómetros, por lo que se calcula que la cifra real es mucho mayor. "Hay una gran cantidad de trochas informales", que suelen estar gestionadas por grupos armados, bien guerrillas, bien bandas criminales, "donde la gente puede pasar sin control", explica el jefe de ACNUR Colombia.

RETORNADOS, INMIGRANTES Y REFUGIADOS
Dentro de la marabunta hay perfiles "bien diferentes", comenta Merkx. "Se escuchan muchas historias" y las necesidades son tantas y algunas tan específicas que eso ha obligado a movilizar a todos los actores humanitarios presentes en Colombia antes de la ola migratoria, desde las agencias de la ONU, como ACNUR, al Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) o las ONG.

Para "conocer mejor la cantidad de venezolanos que hay, dónde están y cuál es su perfil", con el objetivo de "saber cómo atenderles", el Gobierno de Juan Manuel Santos, en colaboración con la ONU, ha iniciado un registro y, en base a los resultados, creará un estatuto migratorio a su medida que les permita "sobrevivir de manera digna".

Uno de los inmigrantes tipo son "colombianos que han vivido durante años en Venezuela". "Antes el flujo era al revés, había muchos colombianos que iban a Venezuela, primero por el 'boom' petrolero y después por el conflicto. Ahora están retornando", recalca. Esto supone un "gran reto" para Colombia porque era un país emisor, no receptor de migrantes, a lo que hay que añadir que se enfrenta al mismo tiempo al "reto abismal" del proceso de paz.

Es el caso de José, un colombiano de 30 años que se ha visto desplazado dos veces. Él y su familia salieron corriendo de Arauquita --"Llevaba solo dos mudas de ropa"-- por la amenaza de las FARC. Recalaron en Arauca, de donde la también guerrilla del ELN les echó dos años después. Entonces decidieron partir a Venezuela y han estado allí hasta 2015, cuando "la situación empezó a empeorar", relata a Save the Children.

Este grupo es uno de los privilegiados porque, al igual que los que poseen doble nacionalidad por los años de tránsito entre ambos países y sus lazos familiares, tienen un pasaporte colombiano que les permite residir, trabajar y tener cobertura social.

"Otro perfil es el de los venezolanos que no tienen pasaporte", añade Merkx. Es el colectivo que más preocupa porque son quienes se ven abocados a vivir en la clandestinidad: son inmigrantes ilegales que, como tal, no pueden trabajar ni acudir a los servicios públicos.

Merkx llama la atención sobre un último grupo menos conocido. "Hay gente que tiene problemas de protección internacional", es decir, refugiados. "Cada vez más estamos viendo a gente que tiene problemas políticos, de persecución, que les obligan a salir de Venezuela", revela. De momento, "son números pequeños" pero es una tendencia creciente: en tres años ha habido 145.000 solicitudes de asilo en la región, sobre todo en Estados Unidos.

CONDICIONES PRECARIAS
La mayoría han quedado anclados en las localidades fronterizas. Carolina a sus 33 años es madre de seis hijos y está embarazada de mellizos. Es el único sostén de la familia porque el padre "es intermitente", se queja a Save the Children. No puede trabajar y ha tenido que pedir al Ayuntamiento de Arauca "un plato de comida" para sus niños. "La gente se ríe de mi casa porque ni siquiera tiene tejado", lamenta. "Estamos pensando en volver (...) Creo que hemos sufrido más en Colombia que en Venezuela", comenta.

Mateo, de 12 años, lleva dos años en Colombia y también echa de menos Venezuela. "No pensé que fuera a ser tan difícil", confiesa. "No tenemos agua corriente. No tenemos luz. No tenemos baño", dice con pesar. La única diferencia, aunque no menor, es que "aquí comemos bien". "Me gustaría que mi país se arreglara para que pudiéramos volver", asegura.

Merkx hace hincapié en que "hay gente muy vulnerable". Hay personas que llegan con problemas de nutrición y médicos por la falta de comida y medicamentos en Venezuela. En lo tocante a la educación, Colombia ha logrado incluir a los niños venezolanos en sus aulas, si bien "un colegio que antes tenía 100 alumnos ahora tiene 140".

Mateo ha sufrido en primera persona las restricciones de acceso a la atención sanitaria. "Tuve gripe, un virus que me causaba dolores de cabeza, náuseas y diarrea. Creo que fue por el agua", apunta. La ONG de ayuda a la infancia ha denunciado que muchos niños venezolanos sufren enfermedades "por la falta de condiciones higiénicas". En los barrios marginales, precisa, ha habido brotes de sarampión.

Para intentar mejorar en algo su situación, los inmigrantes han copado el mercado de trabajo informal, lo que ha dado lugar a abusos, de tipo sexual en el caso de las mujeres, y ha generado malestar en las comunidades locales, que ven a los venezolanos como una amenaza a su bienestar. "Ha habido expresiones de xenofobia", admite Merkx.

ENVERGADURA REGIONAL
Colombia, el primer país en abrir las puertas a los venezolanos, comienza a estar colapsado. De acuerdo con Brookings Institute, mantener a un inmigrante durante todo un año con una cobertura completa --casa, comida, sanidad y educación-- le costaría entre 2.500 y 5.000 dólares.

Por eso, los venezolanos han salido también hacia otros países, como Brasil, Argentina, Ecuador, Perú o Chile. "Ya no es un tema solo de Colombia, es un tema regional", sostiene Merkx.

Además, aunque "habrá intención de retorno", porque "su deseo nunca fue salir de su país", de momento "no quieren regresar", por lo que, si se mantiene la presión migratoria, podría derivar en una crisis humanitaria. En previsión, ACNUR ha hecho una petición inicial a los donantes de 46 millones de dólares.

Merkx reclama una intervención de la comunidad internacional para "complementar" la respuesta de estos países. "No se trata de cifras ni de conceptos complicados. Se trata de personas que tuvieron que salir de su país. Hay que demostrar solidaridad", defiende.

Colombia se convierte en la puerta de entrada de los venezolanos que huyen del "hambre" y de Maduro

ACNUR advierte de que cada vez hay más venezolanos que huyen por razones políticas
Redacción
sábado, 7 de abril de 2018, 10:13 h (CET)

Fotonoticia 20180407090233 640

Venezuela sufre una crisis económica ya enquistada que ha empujado a miles de personas a los países vecinos. La mayoría han ido a parar a Colombia, donde sobreviven a duras penas en la informalidad a la espera de un estatus migratorio que les permita trabajar y acceder a los servicios básicos de educación, sanidad o vivienda. La situación es cada vez peor para quienes llegan y quienes acogen. Amenaza ya con convertirse en una crisis humanitaria.


La fuerte caída de los ingresos públicos, en gran medida por el desplome del precio del petróleo en los mercados internacionales --principal fuente de riqueza del país--, a lo que la oposición suma una mala gestión y corrupción, ha dejado al Gobierno de Nicolás Maduro sin dinero para seguir comprando en el exterior los bienes que Venezuela hace tiempo que no produce, como comida o medicamentos.

La escasez generalizada disparó a su vez unos precios que no han dejado de crecer. Vanessa, una colombiana de 71 años que vivía en Venezuela, decidió regresar el año pasado por "el hambre". "Un paquete de huevos costaba unos diez dólares. Para quienes ganábamos solo 50 dólares al mes era demasiado dinero (...) Solo podíamos comer una vez al día", cuenta desde Arauca, en el lado colombiano de la frontera, a Save the Children.

Según el último informe de Migración Colombia, al cierre de 2017 había más de 550.000 venezolanos en el país, un 62 por ciento más respecto al primer trimestre del mismo año. En el punto álgido, las autoridades llegaron a registrar un flujo diario de más de 30.000 personas. "Son números muy grandes", ha subrayado el representante del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Colombia, Jozef Merkx, en una entrevista a Europa Press.

Y eso solo por los siete puestos de control oficiales que hay en una frontera de más de 2.200 kilómetros, por lo que se calcula que la cifra real es mucho mayor. "Hay una gran cantidad de trochas informales", que suelen estar gestionadas por grupos armados, bien guerrillas, bien bandas criminales, "donde la gente puede pasar sin control", explica el jefe de ACNUR Colombia.

RETORNADOS, INMIGRANTES Y REFUGIADOS
Dentro de la marabunta hay perfiles "bien diferentes", comenta Merkx. "Se escuchan muchas historias" y las necesidades son tantas y algunas tan específicas que eso ha obligado a movilizar a todos los actores humanitarios presentes en Colombia antes de la ola migratoria, desde las agencias de la ONU, como ACNUR, al Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) o las ONG.

Para "conocer mejor la cantidad de venezolanos que hay, dónde están y cuál es su perfil", con el objetivo de "saber cómo atenderles", el Gobierno de Juan Manuel Santos, en colaboración con la ONU, ha iniciado un registro y, en base a los resultados, creará un estatuto migratorio a su medida que les permita "sobrevivir de manera digna".

Uno de los inmigrantes tipo son "colombianos que han vivido durante años en Venezuela". "Antes el flujo era al revés, había muchos colombianos que iban a Venezuela, primero por el 'boom' petrolero y después por el conflicto. Ahora están retornando", recalca. Esto supone un "gran reto" para Colombia porque era un país emisor, no receptor de migrantes, a lo que hay que añadir que se enfrenta al mismo tiempo al "reto abismal" del proceso de paz.

Es el caso de José, un colombiano de 30 años que se ha visto desplazado dos veces. Él y su familia salieron corriendo de Arauquita --"Llevaba solo dos mudas de ropa"-- por la amenaza de las FARC. Recalaron en Arauca, de donde la también guerrilla del ELN les echó dos años después. Entonces decidieron partir a Venezuela y han estado allí hasta 2015, cuando "la situación empezó a empeorar", relata a Save the Children.

Este grupo es uno de los privilegiados porque, al igual que los que poseen doble nacionalidad por los años de tránsito entre ambos países y sus lazos familiares, tienen un pasaporte colombiano que les permite residir, trabajar y tener cobertura social.

"Otro perfil es el de los venezolanos que no tienen pasaporte", añade Merkx. Es el colectivo que más preocupa porque son quienes se ven abocados a vivir en la clandestinidad: son inmigrantes ilegales que, como tal, no pueden trabajar ni acudir a los servicios públicos.

Merkx llama la atención sobre un último grupo menos conocido. "Hay gente que tiene problemas de protección internacional", es decir, refugiados. "Cada vez más estamos viendo a gente que tiene problemas políticos, de persecución, que les obligan a salir de Venezuela", revela. De momento, "son números pequeños" pero es una tendencia creciente: en tres años ha habido 145.000 solicitudes de asilo en la región, sobre todo en Estados Unidos.

CONDICIONES PRECARIAS
La mayoría han quedado anclados en las localidades fronterizas. Carolina a sus 33 años es madre de seis hijos y está embarazada de mellizos. Es el único sostén de la familia porque el padre "es intermitente", se queja a Save the Children. No puede trabajar y ha tenido que pedir al Ayuntamiento de Arauca "un plato de comida" para sus niños. "La gente se ríe de mi casa porque ni siquiera tiene tejado", lamenta. "Estamos pensando en volver (...) Creo que hemos sufrido más en Colombia que en Venezuela", comenta.

Mateo, de 12 años, lleva dos años en Colombia y también echa de menos Venezuela. "No pensé que fuera a ser tan difícil", confiesa. "No tenemos agua corriente. No tenemos luz. No tenemos baño", dice con pesar. La única diferencia, aunque no menor, es que "aquí comemos bien". "Me gustaría que mi país se arreglara para que pudiéramos volver", asegura.

Merkx hace hincapié en que "hay gente muy vulnerable". Hay personas que llegan con problemas de nutrición y médicos por la falta de comida y medicamentos en Venezuela. En lo tocante a la educación, Colombia ha logrado incluir a los niños venezolanos en sus aulas, si bien "un colegio que antes tenía 100 alumnos ahora tiene 140".

Mateo ha sufrido en primera persona las restricciones de acceso a la atención sanitaria. "Tuve gripe, un virus que me causaba dolores de cabeza, náuseas y diarrea. Creo que fue por el agua", apunta. La ONG de ayuda a la infancia ha denunciado que muchos niños venezolanos sufren enfermedades "por la falta de condiciones higiénicas". En los barrios marginales, precisa, ha habido brotes de sarampión.

Para intentar mejorar en algo su situación, los inmigrantes han copado el mercado de trabajo informal, lo que ha dado lugar a abusos, de tipo sexual en el caso de las mujeres, y ha generado malestar en las comunidades locales, que ven a los venezolanos como una amenaza a su bienestar. "Ha habido expresiones de xenofobia", admite Merkx.

ENVERGADURA REGIONAL
Colombia, el primer país en abrir las puertas a los venezolanos, comienza a estar colapsado. De acuerdo con Brookings Institute, mantener a un inmigrante durante todo un año con una cobertura completa --casa, comida, sanidad y educación-- le costaría entre 2.500 y 5.000 dólares.

Por eso, los venezolanos han salido también hacia otros países, como Brasil, Argentina, Ecuador, Perú o Chile. "Ya no es un tema solo de Colombia, es un tema regional", sostiene Merkx.

Además, aunque "habrá intención de retorno", porque "su deseo nunca fue salir de su país", de momento "no quieren regresar", por lo que, si se mantiene la presión migratoria, podría derivar en una crisis humanitaria. En previsión, ACNUR ha hecho una petición inicial a los donantes de 46 millones de dólares.

Merkx reclama una intervención de la comunidad internacional para "complementar" la respuesta de estos países. "No se trata de cifras ni de conceptos complicados. Se trata de personas que tuvieron que salir de su país. Hay que demostrar solidaridad", defiende.

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