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Colau y Carmena, conchabadas, han conseguido encajar lo cóncavo de Barcelona con lo convexo de Madrid para formar el escudo del comunismo internacional: la Hoz y el Martillo

Barcelona y Madrid, dos capitales rojas

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La amistad lacrimógena que se ha establecido entre las dos mandatarias municipales de las dos principales ciudades de España, amenaza con un nuevo “frente popular” auspiciado por la impunidad con la que ambas alcaldesas están operando en sus respectivas ciudades. Es evidente la gran diferencia existente entre una y otra mujer, que no se basa sólo en su contraste de edades, sino en la evidente y abismal distancia cultural existente entre una y otra que se traduce en su forma de gobernar, en sus maneras e incluso en algunos aspectos importantes de contemplar la política municipal en la que se destaca claramente la superioridad intelectual de Carmena, una juez que ya no ejerce, pero con un gran bagaje cultural en relación a una activista, fanática, ególatra y antisistema representada por la Colau, dispuesta a trasladar al ejercicio de su función como alcaldesa los tics antisistema que estuvo ejerciendo durante todos los años en los que, su único oficio, había sido acudir a manifestaciones, obstruir la labor de la Justicia y crear problemas a las autoridades catalanas. No obstante, coinciden en la formación política en la que ambas se dieron a conocer, Podemos, lo mismo que en sus objetivos, claramente contrarios a todo que lo que no fuere ejercer su autoridad sin tener en cuenta el color del Estado en el que están incluidas ni los derechos de los habitantes de sus respectivas ciudades que, para ellas, deben aceptar someterse a sus decisiones, aunque éstas signifiquen limitar sus derechos constitucionales; intervenir en sus negocios, recortar de forma arbitraria los derechos de circulación en sus respectivas poblaciones, instaurar impuestos coercitivos y tasas incautatorias, de modo que, quienes no están en condiciones de acudir a los tribunales por falta de medios o por desconocimiento de sus derechos, se ven obligados a claudicar y pasar por las Horcas Caudinas de una administración dictatorial que no duda, cuando les conviene, en sobrepasarse en sus funciones para conseguir sus objetivos, no siempre favorables a los ciudadanos.


Al parecer, ambas alcaldesas, están dispuestas a convertir en centros de acogida de mendigos, inmigrantes sin oficio ni empleo, antisistema, okupas y manteros para darles cobijo, instalarlos en cualquier sitio que puedan conseguir a costa de los derechos inmobiliarios de los habitantes de la ciudad, así como dedicar una parte importante de los impuestos de los ciudadanos ( los más altos de toda España) a destinos que nada tienen que ver con los que las ciudades precisan para conservar su buena imagen. Ciudades que siempre se han venido caracterizado por el esplendor y magnificencia de sus monumentos, las variopintas nacionalidades de los que circulan por sus calles y avenidas, la proliferación de establecimientos comerciales de sus calles, la gran variedad de empresas hoteleras y de negocios de restauración; sus estadios, museos y parques; la alegría y calidad de sus locales de diversión; el empaque de sus teatros y salas de conciertos; que han sido durante años los verdaderos muestrarios de una nación enfocada a captar visitantes, los que nos han venido llegando a millones buscando nuestro buen clima, el sol, las playas de nuestras costas e islas, la naturaleza, la nieve y todos cuantos elementos puedan desear en un país en el que no falta de nada para quien lo quiere buscar; todo ello teniendo en cuenta la buena acogida que la amabilidad y simpatía de un pueblo que, por naturaleza es hospitalario y acogedor. Libertad, buena comida, buen ambiente, diversión, deporte y opciones de pasarlo bien, en paz y sin sobresaltos, es todo lo que piden las grandes multitudes de turistas que, cada año, eligen nuestro país como lugar preferido para sus viajes al extranjero.


La señora Ada Colau, al parecer acostumbrada a protestar de todo, de ir en contra las leyes y de apoyar a aquellos que prefieren vivir marginalmente, fuera de las normas de convivencia, enfrentados a la Justicia y defensores de posturas ácratas; no ha querido, no ha sabido o no le ha sido posible adaptarse a la realidad de que vive en un Estado de derecho, incluido en la UE, donde rigen la libertad de mercado, la propiedad privada, la libertad de comercio y la garantía constitucional del respeto a los derechos individuales que la Carta Magna otorga a todos los ciudadanos españoles, sea cual fuere la autonomía en la que residan.


A pesar de apelar a su sentido caritativo de la vida, a su bondad hacia los desvalidos y a su campaña de acogidas de inmigrantes, cuantos más mejor; Colau no ha podido evitar dejar evidenciado su obsesión y animadversión hacia el turismo, manifestada a través de moratorias, campañas en su contra, intentos de limitación de la llegada de cruceros y limitaciones a la apertura de establecimientos hoteleros, precisamente en momentos en que las plazas de alojamiento, en Barcelona, eran necesarias. La realidad ha puesto en su sitio a la alcaldesa en cuando a sus deseos de llenar Barcelona de inmigrantes, cuando ha sido incapaz de darles un destino a los que han ido llegando que, ante la imposibilidad de conseguir alojamiento, se han dedicado a ocupar viviendas aunque, para ello, hayan tenido que privar de ellas a sus legítimos propietarios que, a causa de la legislación claramente contraria a la propiedad privada vigente en España, se ven obligados a largos y costosos procedimientos judiciales para, después de años de actuaciones judiciales, lograr recuperar aquello que ilegalmente les fue arrebatado. Es cierto que la Colau viene sufriendo descalabro tras descalabro a causa de sus excesos, que le han venido costando rectificar e indemnizar a quienes fueron estorbados en su libertad de actuación debido a que, las sucesivas sentencias de los tribunales han ido reparando los daños causados por la impulsiva alcaldesa.


Pero, para que no quede una falsa imagen de que la alcaldesa es una mujer con un sentido de la justicia social muy arraigado; que se vuelca en apoyar a los desvalidos y que se desvela para encontrar solución a sus problemas; conviene destacar la forma que tiene de disponer de los dineros de los contribuyentes. Empezando por haber dedicado un montón de millones a poner carriles bici por toda la ciudad, la mayoría de ellos infrautilizados, que han contribuido a otro de los anhelos de la señora alcaldesa consistente en hacerles la puñeta a los automovilistas para que cada día resulte más incómodo circular por Barcelona y ya no hablemos si lo que el automovilista pretende es encontrar un lugar, en la ciudad, donde aparcar, algo prácticamente imposible si no se opta por usar uno de los cientos de aparcamientos de pago cuyas tarifas resultan prácticamente prohibitivas. Otra de sus obsesiones son las mesas que los bares sacan a las aceras para que los clientes puedan tomar sus aperitivos en ellas. La prohibición que se sacó de la manga fue tan extrema, tan falta de lógica y tan perjudicial para bares y restaurantes, que provocó una repulsa unánime seguida de una reclamación general que todavía sigue discutiéndose si bien, ya son muchos los establecimientos que han podido recobrar su derecho a sacar mesas.


Pero, entre todas las actividades que ocupan el tiempo a la señora Ada Colau, las hay que tienen otro sesgo, que juegan peligrosamente con el favoritismo, la injusticia, el despilfarro o lo que también se podría definir como una abierta malversación de los caudales públicos o sea, con los dineros que nos sacan a los contribuyentes con sus desmesurados impuestos. Algunos presuntos beneficiarios de su prodigalidad, son personas relacionadas con su propio equipo de trabajo, como es el caso del Observatorio DESC, uno de los más beneficiados por el nuevo equipo municipal que recibe aportaciones anuales de 267.000 euros (Anteriormente ¡sólo recibía 150.000!). Según información aparecida en prensa, la subida generalizada de las “subvenciones” del municipio de Barcelona pasó de 11 a 24 millones de euros Se habla de sueldos recién establecidos de 52.000€ (una señora que ¡Oh casualidad!, que estuvo vinculada a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que presidió, anteriormente, la propia alcaldesa). Otros, en el área de gobierno del concejal de la Presidencia, Agua y Energía, aportaron fondos públicos a entidades como “Aigua es Vida” o “Ingeniería sin Fronteras”, dos organizaciones que el concejal de dicha área había fundado.


No podía faltar su dosis de clientelismo. en este caso en la persona del “compañero” de la señora Colau, Adriá Alemany, que fue colocado en calidad de “asesor para el Ayuntamiento” en el partido de la alcaldesa. Su retribución es de 1.800 € netos al mes. Otro caso, en este a cargo de Gerardo Pisarello, que no tuvo inconveniente en colocar a su pareja, Vanesa Valiño, como asesora de la concejalía de Vivienda, con un sueldo superior a los 50.000 euros anuales, a los que se suman los 100.000 que percibe el propio señor Pisarello. La limitación de espacio nos impide seguir con la larga lista de prebendas facilitadas por la señora Colau y su equipo que, como no podía ser menos, salen de todos los impuestos con los que están agobiando a la ciudadanía de Barcelona.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la sensación de que, los que estamos viviendo en Barcelona, no lo hacemos en la España que hemos conocido durante años ni gozamos, aparte del tema del catalanismo que es harina de otro costal, de las libertades de las que nos beneficiábamos en otros tiempos. Tenemos el presentimiento de que lo que le espera a Barcelona, de seguir por la lúgubre senda emprendida por estos comunistas que se han hecho con el poder, será ir perdiendo poco a poco, a medida que las medidas intervencionistas vayan surtiendo efecto y que, los impuestos precisos para continuar subvencionando a toda esta sarta de vividores, camuflados bajo la apariencia de entidades caritativas o sociedades de ayudas a refugiados, vayan influyendo en la apariencia de la ciudad, no siendo aventurado pensar que, de continuar en manos de estos comunistas bolivarianos, no vaya a tardar en convertirse en una ciudad triste, refugio de inadaptados, promiscuos, antisistema y anarquistas; algo que podría definirse, como hizo Virgilio en la Divina Comedia de Dante Alighieri, en aquel punto en el que le explicaba a su discípulo Dante, refiriéndose a la maldita ciudad infernal de Dite: “Hijo mío, a los umbrales llegas de la ciudad que llaman Dite, con chusma inmensa y altos oficiales…las viviendas malditas así enrojecen las que el bajo Infierno siempre allí acopia hogueras infinitas”. Lo que sí es cierto es que, tanto en Madrid como en Barcelona, fueron los ciudadanos mismos los responsables de que estemos gobernados por semejantes incompetentes. Toca aguantarse.

Barcelona y Madrid, dos capitales rojas

Colau y Carmena, conchabadas, han conseguido encajar lo cóncavo de Barcelona con lo convexo de Madrid para formar el escudo del comunismo internacional: la Hoz y el Martillo
Miguel Massanet
viernes, 6 de abril de 2018, 01:38 h (CET)

La amistad lacrimógena que se ha establecido entre las dos mandatarias municipales de las dos principales ciudades de España, amenaza con un nuevo “frente popular” auspiciado por la impunidad con la que ambas alcaldesas están operando en sus respectivas ciudades. Es evidente la gran diferencia existente entre una y otra mujer, que no se basa sólo en su contraste de edades, sino en la evidente y abismal distancia cultural existente entre una y otra que se traduce en su forma de gobernar, en sus maneras e incluso en algunos aspectos importantes de contemplar la política municipal en la que se destaca claramente la superioridad intelectual de Carmena, una juez que ya no ejerce, pero con un gran bagaje cultural en relación a una activista, fanática, ególatra y antisistema representada por la Colau, dispuesta a trasladar al ejercicio de su función como alcaldesa los tics antisistema que estuvo ejerciendo durante todos los años en los que, su único oficio, había sido acudir a manifestaciones, obstruir la labor de la Justicia y crear problemas a las autoridades catalanas. No obstante, coinciden en la formación política en la que ambas se dieron a conocer, Podemos, lo mismo que en sus objetivos, claramente contrarios a todo que lo que no fuere ejercer su autoridad sin tener en cuenta el color del Estado en el que están incluidas ni los derechos de los habitantes de sus respectivas ciudades que, para ellas, deben aceptar someterse a sus decisiones, aunque éstas signifiquen limitar sus derechos constitucionales; intervenir en sus negocios, recortar de forma arbitraria los derechos de circulación en sus respectivas poblaciones, instaurar impuestos coercitivos y tasas incautatorias, de modo que, quienes no están en condiciones de acudir a los tribunales por falta de medios o por desconocimiento de sus derechos, se ven obligados a claudicar y pasar por las Horcas Caudinas de una administración dictatorial que no duda, cuando les conviene, en sobrepasarse en sus funciones para conseguir sus objetivos, no siempre favorables a los ciudadanos.


Al parecer, ambas alcaldesas, están dispuestas a convertir en centros de acogida de mendigos, inmigrantes sin oficio ni empleo, antisistema, okupas y manteros para darles cobijo, instalarlos en cualquier sitio que puedan conseguir a costa de los derechos inmobiliarios de los habitantes de la ciudad, así como dedicar una parte importante de los impuestos de los ciudadanos ( los más altos de toda España) a destinos que nada tienen que ver con los que las ciudades precisan para conservar su buena imagen. Ciudades que siempre se han venido caracterizado por el esplendor y magnificencia de sus monumentos, las variopintas nacionalidades de los que circulan por sus calles y avenidas, la proliferación de establecimientos comerciales de sus calles, la gran variedad de empresas hoteleras y de negocios de restauración; sus estadios, museos y parques; la alegría y calidad de sus locales de diversión; el empaque de sus teatros y salas de conciertos; que han sido durante años los verdaderos muestrarios de una nación enfocada a captar visitantes, los que nos han venido llegando a millones buscando nuestro buen clima, el sol, las playas de nuestras costas e islas, la naturaleza, la nieve y todos cuantos elementos puedan desear en un país en el que no falta de nada para quien lo quiere buscar; todo ello teniendo en cuenta la buena acogida que la amabilidad y simpatía de un pueblo que, por naturaleza es hospitalario y acogedor. Libertad, buena comida, buen ambiente, diversión, deporte y opciones de pasarlo bien, en paz y sin sobresaltos, es todo lo que piden las grandes multitudes de turistas que, cada año, eligen nuestro país como lugar preferido para sus viajes al extranjero.


La señora Ada Colau, al parecer acostumbrada a protestar de todo, de ir en contra las leyes y de apoyar a aquellos que prefieren vivir marginalmente, fuera de las normas de convivencia, enfrentados a la Justicia y defensores de posturas ácratas; no ha querido, no ha sabido o no le ha sido posible adaptarse a la realidad de que vive en un Estado de derecho, incluido en la UE, donde rigen la libertad de mercado, la propiedad privada, la libertad de comercio y la garantía constitucional del respeto a los derechos individuales que la Carta Magna otorga a todos los ciudadanos españoles, sea cual fuere la autonomía en la que residan.


A pesar de apelar a su sentido caritativo de la vida, a su bondad hacia los desvalidos y a su campaña de acogidas de inmigrantes, cuantos más mejor; Colau no ha podido evitar dejar evidenciado su obsesión y animadversión hacia el turismo, manifestada a través de moratorias, campañas en su contra, intentos de limitación de la llegada de cruceros y limitaciones a la apertura de establecimientos hoteleros, precisamente en momentos en que las plazas de alojamiento, en Barcelona, eran necesarias. La realidad ha puesto en su sitio a la alcaldesa en cuando a sus deseos de llenar Barcelona de inmigrantes, cuando ha sido incapaz de darles un destino a los que han ido llegando que, ante la imposibilidad de conseguir alojamiento, se han dedicado a ocupar viviendas aunque, para ello, hayan tenido que privar de ellas a sus legítimos propietarios que, a causa de la legislación claramente contraria a la propiedad privada vigente en España, se ven obligados a largos y costosos procedimientos judiciales para, después de años de actuaciones judiciales, lograr recuperar aquello que ilegalmente les fue arrebatado. Es cierto que la Colau viene sufriendo descalabro tras descalabro a causa de sus excesos, que le han venido costando rectificar e indemnizar a quienes fueron estorbados en su libertad de actuación debido a que, las sucesivas sentencias de los tribunales han ido reparando los daños causados por la impulsiva alcaldesa.


Pero, para que no quede una falsa imagen de que la alcaldesa es una mujer con un sentido de la justicia social muy arraigado; que se vuelca en apoyar a los desvalidos y que se desvela para encontrar solución a sus problemas; conviene destacar la forma que tiene de disponer de los dineros de los contribuyentes. Empezando por haber dedicado un montón de millones a poner carriles bici por toda la ciudad, la mayoría de ellos infrautilizados, que han contribuido a otro de los anhelos de la señora alcaldesa consistente en hacerles la puñeta a los automovilistas para que cada día resulte más incómodo circular por Barcelona y ya no hablemos si lo que el automovilista pretende es encontrar un lugar, en la ciudad, donde aparcar, algo prácticamente imposible si no se opta por usar uno de los cientos de aparcamientos de pago cuyas tarifas resultan prácticamente prohibitivas. Otra de sus obsesiones son las mesas que los bares sacan a las aceras para que los clientes puedan tomar sus aperitivos en ellas. La prohibición que se sacó de la manga fue tan extrema, tan falta de lógica y tan perjudicial para bares y restaurantes, que provocó una repulsa unánime seguida de una reclamación general que todavía sigue discutiéndose si bien, ya son muchos los establecimientos que han podido recobrar su derecho a sacar mesas.


Pero, entre todas las actividades que ocupan el tiempo a la señora Ada Colau, las hay que tienen otro sesgo, que juegan peligrosamente con el favoritismo, la injusticia, el despilfarro o lo que también se podría definir como una abierta malversación de los caudales públicos o sea, con los dineros que nos sacan a los contribuyentes con sus desmesurados impuestos. Algunos presuntos beneficiarios de su prodigalidad, son personas relacionadas con su propio equipo de trabajo, como es el caso del Observatorio DESC, uno de los más beneficiados por el nuevo equipo municipal que recibe aportaciones anuales de 267.000 euros (Anteriormente ¡sólo recibía 150.000!). Según información aparecida en prensa, la subida generalizada de las “subvenciones” del municipio de Barcelona pasó de 11 a 24 millones de euros Se habla de sueldos recién establecidos de 52.000€ (una señora que ¡Oh casualidad!, que estuvo vinculada a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que presidió, anteriormente, la propia alcaldesa). Otros, en el área de gobierno del concejal de la Presidencia, Agua y Energía, aportaron fondos públicos a entidades como “Aigua es Vida” o “Ingeniería sin Fronteras”, dos organizaciones que el concejal de dicha área había fundado.


No podía faltar su dosis de clientelismo. en este caso en la persona del “compañero” de la señora Colau, Adriá Alemany, que fue colocado en calidad de “asesor para el Ayuntamiento” en el partido de la alcaldesa. Su retribución es de 1.800 € netos al mes. Otro caso, en este a cargo de Gerardo Pisarello, que no tuvo inconveniente en colocar a su pareja, Vanesa Valiño, como asesora de la concejalía de Vivienda, con un sueldo superior a los 50.000 euros anuales, a los que se suman los 100.000 que percibe el propio señor Pisarello. La limitación de espacio nos impide seguir con la larga lista de prebendas facilitadas por la señora Colau y su equipo que, como no podía ser menos, salen de todos los impuestos con los que están agobiando a la ciudadanía de Barcelona.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la sensación de que, los que estamos viviendo en Barcelona, no lo hacemos en la España que hemos conocido durante años ni gozamos, aparte del tema del catalanismo que es harina de otro costal, de las libertades de las que nos beneficiábamos en otros tiempos. Tenemos el presentimiento de que lo que le espera a Barcelona, de seguir por la lúgubre senda emprendida por estos comunistas que se han hecho con el poder, será ir perdiendo poco a poco, a medida que las medidas intervencionistas vayan surtiendo efecto y que, los impuestos precisos para continuar subvencionando a toda esta sarta de vividores, camuflados bajo la apariencia de entidades caritativas o sociedades de ayudas a refugiados, vayan influyendo en la apariencia de la ciudad, no siendo aventurado pensar que, de continuar en manos de estos comunistas bolivarianos, no vaya a tardar en convertirse en una ciudad triste, refugio de inadaptados, promiscuos, antisistema y anarquistas; algo que podría definirse, como hizo Virgilio en la Divina Comedia de Dante Alighieri, en aquel punto en el que le explicaba a su discípulo Dante, refiriéndose a la maldita ciudad infernal de Dite: “Hijo mío, a los umbrales llegas de la ciudad que llaman Dite, con chusma inmensa y altos oficiales…las viviendas malditas así enrojecen las que el bajo Infierno siempre allí acopia hogueras infinitas”. Lo que sí es cierto es que, tanto en Madrid como en Barcelona, fueron los ciudadanos mismos los responsables de que estemos gobernados por semejantes incompetentes. Toca aguantarse.

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