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Letizia intratable ante la reina Sofía

Un lamentable espectáculo

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Los resultados de los matrimonios entre reyes o nobles con personas de clase inferior suelen acabar fracasando debido a la dificultad de los plebeyos a ajustarse a las estrictas normas de la realeza. Las diferencias entre quienes tienen asumido, desde su nacimiento, que pertenecen a su país y que su vida debe estar exclusivamente al servicio del pueblo, son difícilmente asumibles por el vulgo de la gente que no ha sido educada para tan alta misión.


La frase “yugo desigual” viene de la Biblia, (2 Corintos 6:14): “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? Pablo se dirige en una carta a los Corintos con las anteriores palabras, a las que añade: “Un yugo es una barra de madera que une dos bueyes el uno al otro y a la carga que tiran. Un equipo ´en yugo desigual` tiene un buey más fuerte y otro más débil, o uno más alto y otro más corto. El buey más débil o corto camina más lento que el más alto o más fuerte, haciendo que la carga ande en círculos. Cuando los bueyes están en yugo desigual, no pueden realizar la tarea indicada. En vez de trabajar juntos están en desacuerdo el uno con el otro”. Es posible que estas frases del apóstol sean algo complicadas para ayudar a entender el tema que me propongo tratar, por lo que voy a intentar aclararlas: “Un matrimonio en yugo desigual es una pareja en la que cada uno intenta vivir y desarrollar sus proyectos de vida en direcciones diferentes. La fuerza con la que cada uno hala por su lado, les impide avanzar y frecuentemente ambos se frustran mucho”


Es evidente que nuestra reina Letizia no proviene de familia real, ni tan siquiera de lo que se podría calificar como una familia de grandes posibilidades económicas acostumbrada a tratar con las altas magistraturas del Estado y que está al corriente de los usos y costumbres que forman parte de aquellos que acostumbran a frecuentar la alta sociedad o la jet set, como quizá ahora podríamos calificar. Para una chica periodista, con un matrimonio fracasado, seguramente impresionada por haber merecido la atención de un príncipe de la casa Real, por añadidura de buena presencia y que le ofrecía pasar de Cenicienta a lo más alto de la realeza española, seguramente puede ser un regalo muy difícil de rechazar para una simple presentadora de telediarios de la TV1.


El príncipe, por su parte, como todo joven que ya ha saboreado las mieles de su juventud y ha tenido donde escoger entre toda la nobleza europea; seguramente se sintió atraído por el desparpajo de la joven, por sus maneras desenfadadas y sus reacciones espontáneas poco acostumbrada a ajustarse al protocolo debido. Aunque no lo sabemos, es muy posible que don Juan Carlos y doña Sofía intentaran quitarle a don Felipe la idea de la cabeza para orientarle hacia otras candidatas más de su gusto; sin embargo, la juventud y esta edad en la que el espíritu se rebela contra cualquier imposición y todavía peor si es paterna, seguramente hizo que el actual monarca se mostrara obstinado hasta que se salió con la suya. Hasta aquí normal, digo normal para cualquier persona que no estuviera destinado a ocupar el alto cargo de Jefe de Estado seguramente hubiera actuado así. En el caso del rey, no obstante, no debiera ser así.


Es evidente que el resultado de este matrimonio no se puede considerar, en modo alguno, como el que hubiera sido deseable ni, mucho menos, el que convendría a España, debido a que los problemas de tipo privado que puedan afectar al Rey tienen, indefectiblemente, una influencia en su labor pública por mucho que la profesionalidad de SM haya sido demostrada en los diversos casos en los que su intervención ha sido precisa y esto, señores, lo dice un republicano de derechas convencido. Son numerosos los episodios que han trascendido de divergencias entre la pareja real; ha sido de dominio público las intrigas que han tenido lugar para apartar de la familia real a las hermanas del rey, a sus propios padres y a todos los que, de alguna manera, han pretendido poner freno al afán de notoriedad y de imponer sus criterios de la reina, incluyendo a su propio marido, algo que ya demostró cuando aún no se habían casado.


No se saben los motivos, al menos no han trascendido hasta el nivel del pueblo llano, por los que la actual reina ha decidido negarle el pan y el agua a su suegra la reina Sofía, una persona que, a diferencia de otros miembros de la familia real que han resultado indiferentes o antipáticos para una ciudadanía que, en general, no se siente monárquica, pero que en el caso de don Juan Carlos, por sus excentricidades y por su natural simpatía (empañada por sus problemas de faldas) y, especialmente, en el de doña Sofía se puede decir que ha conseguido hacerse respetar, querer y añorar debido a la simpatía con la que siempre se ha mostrado, con su saber estar y, por encima de todo, por su ejemplar entereza con la que ha venido soportando todos los disgustos que la familia real, empezando por su hija doña Cristina, envuelta en un asunto judicial que la ha tenido apartada de su familia (en lo que parece que tuvo una notable intervención la reina doña Letizia) le han causado. No vamos a remontarnos a momentos pasados que, para el caso, no vienen a cuento, baste decir que las cosas parece que han llegado a un punto, entre la reina Leticia y sus suegros, en especial en el caso de la reina Sofía, en el que parece necesaria la enérgica intervención del rey Felipe, si quiere que los españoles conserven el aprecio que sienten por su persona y por la familia real.


No estamos en unos momentos adecuados, precisamente, para que la figura del Rey, como jefe de Estado, pueda ser puesta en cuestión o pierda parte del crédito que ha ido acumulando desde que asumió el relevo de su padre, don Juan Carlos. Hace tiempo que la imagen de la reina va sufriendo un claro deterioro cuando se viene notando su excesiva preocupación por su belleza, sus operaciones de estética, su evidente intención de deslumbrar con sus vestidos en lugar de mostrarse más comedida en sus apariciones en público. Pero ha ocurrido, últimamente, un suceso de extrema gravedad que, para mayor INRI, ha sido captado por las cámaras de TV, los fotógrafos y todos los medios de prensa nacionales y extranjeros que tuvieron ocasión de presenciar el lamentable rifirrafe entra la reina Sofía que quería hacerse una foto con sus dos nieta, algo que parece lo más natural del mundo y la evidente intervención de Letizia para impedir que la fotografiaran, empleando modales bruscos e, induciendo a doña Leonor, sólo una niña, a que apartará bruscamente y con cara de enfado el brazo de su abuela, como si le molestara que se apoyara en su frágil hombro.


En este caso, los movimientos destinados a impedir la acción del fotógrafo fueron tan evidentes, intencionados y agresivos que no cabe duda de que fue un enfrentamiento a cara de perro con doña Sofía, cuya expresión compungida bastaba para darse cuenta de lo irregular, extemporánea, e impropia de una reina, de aquella muestra de cólera incontenida a cargo de la esposa del rey Felipe VI. No puede ser que, a la futura reina de España (no sabemos si esta pobre niña llegará a poder ejercer este cargo) su madre le de semejante ejemplo y, todavía peor, si es que ha ido intrigando para separar a sus hijas de su abuela, no sabemos si por resentimientos de épocas anteriores o porque no ha sabido asimilar la privilegiada situación en la que está viviendo ahora. En estos casos lo que suele ocurrir es que, los que reciben todas las ayudas, todos los beneficios y todas las prebendas de tener una parienta famosa son los familiares de la persona de origen plebeyo, que se vuelca en favorecer a quienes más quiere, mientras tienden a mostrase huraños y poco amigables con la familia de su consorte.


España, hasta ahora, es una democracia, una monarquía democrática parlamentaria, pero no se debe echar en el olvido que las fuerzas políticas que están amenazando este tipo de forma de gobierno cada vez se muestran más fuertes y amenazan con desalojar del gobierno al equipo actual, para intentar poner otro de unas características muy distintas, por supuesto de izquierdas y con ideas de carácter republicano que no son, por supuesto las que yo defendería si se tratara de una república que estuviese constituida por derecha e izquierdas y fuera capaz de funcionar con respeto absoluto a la Constitución y a las leyes que los españoles nos diéramos para garantizar el orden y la democracia en una España unida, como lo ha sido hasta ahora. Queremos decir que, si el actual monarca Felipe VI, ha venido consiguiendo granjearse el respeto de los españoles (hablo de la mayoría, por supuesto) lo ha sido porque en todas sus actuaciones ha sido extremadamente prudente, comedido, enérgico cuando le ha tocado serlo e inteligente en todos aquellos temas en los que le ha tocado intervenir. No olvidemos la importancia que, en cualquier persona, tiene su cónyuge, y ya no digamos cuando se trata nada más y nada menos de la misma esposa del rey. Las influencias en los matrimonios de las mujeres es cosa sabida y lo que en las alcobas se habla, se decide o se comenta queda en las mismas, pero lo que una mujer es capaz de conseguir en la intimidad en muchas ocasiones luego puede traducirse en hechos, actuaciones, decisiones o determinaciones que, en el caso de alguien que tenga poder, pueden significar una avance para la nación o bien, un error garrafal.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos preocupa que, en primer lugar, porque no se le guarde el respeto debido a una señora que se ha granjeado la simpatía de la mayoría del pueblo español y que, por añadidura, siempre ha dado muestra de saber soportar las pesadumbres con absoluta entereza y sin mostrar, en ninguna ocasión, el menor signo de disgusto; en segundo lugar, por la mala imagen que ha dado en todo el mundo el comportamiento impropio, descontrolado y de una mala educación más propia de un niño encaprichado que hace una pataleta, que en toda una reina de España y, en tercer lugar, por haber puesto en un grave compromiso al rey Felipe que, a todas luces, se vio que se encontraba en una situación sumamente comprometida en la que, él sí sabe dominarse, tuvo que apelar a toda su serenidad para no armar un espectáculo peor. La continuidad de la monarquía, incluso de esta niña que ya tiene el toisón de oro, pero que todavía necesita muchos años para entender la verdadera responsabilidad que entraña reinar, puede depender de los ejemplos que reciba y de los consejos que reciba para evitar que, en su momento, fuera rechazada por los españoles.

Un lamentable espectáculo

Letizia intratable ante la reina Sofía
Miguel Massanet
jueves, 5 de abril de 2018, 06:49 h (CET)

Los resultados de los matrimonios entre reyes o nobles con personas de clase inferior suelen acabar fracasando debido a la dificultad de los plebeyos a ajustarse a las estrictas normas de la realeza. Las diferencias entre quienes tienen asumido, desde su nacimiento, que pertenecen a su país y que su vida debe estar exclusivamente al servicio del pueblo, son difícilmente asumibles por el vulgo de la gente que no ha sido educada para tan alta misión.


La frase “yugo desigual” viene de la Biblia, (2 Corintos 6:14): “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? Pablo se dirige en una carta a los Corintos con las anteriores palabras, a las que añade: “Un yugo es una barra de madera que une dos bueyes el uno al otro y a la carga que tiran. Un equipo ´en yugo desigual` tiene un buey más fuerte y otro más débil, o uno más alto y otro más corto. El buey más débil o corto camina más lento que el más alto o más fuerte, haciendo que la carga ande en círculos. Cuando los bueyes están en yugo desigual, no pueden realizar la tarea indicada. En vez de trabajar juntos están en desacuerdo el uno con el otro”. Es posible que estas frases del apóstol sean algo complicadas para ayudar a entender el tema que me propongo tratar, por lo que voy a intentar aclararlas: “Un matrimonio en yugo desigual es una pareja en la que cada uno intenta vivir y desarrollar sus proyectos de vida en direcciones diferentes. La fuerza con la que cada uno hala por su lado, les impide avanzar y frecuentemente ambos se frustran mucho”


Es evidente que nuestra reina Letizia no proviene de familia real, ni tan siquiera de lo que se podría calificar como una familia de grandes posibilidades económicas acostumbrada a tratar con las altas magistraturas del Estado y que está al corriente de los usos y costumbres que forman parte de aquellos que acostumbran a frecuentar la alta sociedad o la jet set, como quizá ahora podríamos calificar. Para una chica periodista, con un matrimonio fracasado, seguramente impresionada por haber merecido la atención de un príncipe de la casa Real, por añadidura de buena presencia y que le ofrecía pasar de Cenicienta a lo más alto de la realeza española, seguramente puede ser un regalo muy difícil de rechazar para una simple presentadora de telediarios de la TV1.


El príncipe, por su parte, como todo joven que ya ha saboreado las mieles de su juventud y ha tenido donde escoger entre toda la nobleza europea; seguramente se sintió atraído por el desparpajo de la joven, por sus maneras desenfadadas y sus reacciones espontáneas poco acostumbrada a ajustarse al protocolo debido. Aunque no lo sabemos, es muy posible que don Juan Carlos y doña Sofía intentaran quitarle a don Felipe la idea de la cabeza para orientarle hacia otras candidatas más de su gusto; sin embargo, la juventud y esta edad en la que el espíritu se rebela contra cualquier imposición y todavía peor si es paterna, seguramente hizo que el actual monarca se mostrara obstinado hasta que se salió con la suya. Hasta aquí normal, digo normal para cualquier persona que no estuviera destinado a ocupar el alto cargo de Jefe de Estado seguramente hubiera actuado así. En el caso del rey, no obstante, no debiera ser así.


Es evidente que el resultado de este matrimonio no se puede considerar, en modo alguno, como el que hubiera sido deseable ni, mucho menos, el que convendría a España, debido a que los problemas de tipo privado que puedan afectar al Rey tienen, indefectiblemente, una influencia en su labor pública por mucho que la profesionalidad de SM haya sido demostrada en los diversos casos en los que su intervención ha sido precisa y esto, señores, lo dice un republicano de derechas convencido. Son numerosos los episodios que han trascendido de divergencias entre la pareja real; ha sido de dominio público las intrigas que han tenido lugar para apartar de la familia real a las hermanas del rey, a sus propios padres y a todos los que, de alguna manera, han pretendido poner freno al afán de notoriedad y de imponer sus criterios de la reina, incluyendo a su propio marido, algo que ya demostró cuando aún no se habían casado.


No se saben los motivos, al menos no han trascendido hasta el nivel del pueblo llano, por los que la actual reina ha decidido negarle el pan y el agua a su suegra la reina Sofía, una persona que, a diferencia de otros miembros de la familia real que han resultado indiferentes o antipáticos para una ciudadanía que, en general, no se siente monárquica, pero que en el caso de don Juan Carlos, por sus excentricidades y por su natural simpatía (empañada por sus problemas de faldas) y, especialmente, en el de doña Sofía se puede decir que ha conseguido hacerse respetar, querer y añorar debido a la simpatía con la que siempre se ha mostrado, con su saber estar y, por encima de todo, por su ejemplar entereza con la que ha venido soportando todos los disgustos que la familia real, empezando por su hija doña Cristina, envuelta en un asunto judicial que la ha tenido apartada de su familia (en lo que parece que tuvo una notable intervención la reina doña Letizia) le han causado. No vamos a remontarnos a momentos pasados que, para el caso, no vienen a cuento, baste decir que las cosas parece que han llegado a un punto, entre la reina Leticia y sus suegros, en especial en el caso de la reina Sofía, en el que parece necesaria la enérgica intervención del rey Felipe, si quiere que los españoles conserven el aprecio que sienten por su persona y por la familia real.


No estamos en unos momentos adecuados, precisamente, para que la figura del Rey, como jefe de Estado, pueda ser puesta en cuestión o pierda parte del crédito que ha ido acumulando desde que asumió el relevo de su padre, don Juan Carlos. Hace tiempo que la imagen de la reina va sufriendo un claro deterioro cuando se viene notando su excesiva preocupación por su belleza, sus operaciones de estética, su evidente intención de deslumbrar con sus vestidos en lugar de mostrarse más comedida en sus apariciones en público. Pero ha ocurrido, últimamente, un suceso de extrema gravedad que, para mayor INRI, ha sido captado por las cámaras de TV, los fotógrafos y todos los medios de prensa nacionales y extranjeros que tuvieron ocasión de presenciar el lamentable rifirrafe entra la reina Sofía que quería hacerse una foto con sus dos nieta, algo que parece lo más natural del mundo y la evidente intervención de Letizia para impedir que la fotografiaran, empleando modales bruscos e, induciendo a doña Leonor, sólo una niña, a que apartará bruscamente y con cara de enfado el brazo de su abuela, como si le molestara que se apoyara en su frágil hombro.


En este caso, los movimientos destinados a impedir la acción del fotógrafo fueron tan evidentes, intencionados y agresivos que no cabe duda de que fue un enfrentamiento a cara de perro con doña Sofía, cuya expresión compungida bastaba para darse cuenta de lo irregular, extemporánea, e impropia de una reina, de aquella muestra de cólera incontenida a cargo de la esposa del rey Felipe VI. No puede ser que, a la futura reina de España (no sabemos si esta pobre niña llegará a poder ejercer este cargo) su madre le de semejante ejemplo y, todavía peor, si es que ha ido intrigando para separar a sus hijas de su abuela, no sabemos si por resentimientos de épocas anteriores o porque no ha sabido asimilar la privilegiada situación en la que está viviendo ahora. En estos casos lo que suele ocurrir es que, los que reciben todas las ayudas, todos los beneficios y todas las prebendas de tener una parienta famosa son los familiares de la persona de origen plebeyo, que se vuelca en favorecer a quienes más quiere, mientras tienden a mostrase huraños y poco amigables con la familia de su consorte.


España, hasta ahora, es una democracia, una monarquía democrática parlamentaria, pero no se debe echar en el olvido que las fuerzas políticas que están amenazando este tipo de forma de gobierno cada vez se muestran más fuertes y amenazan con desalojar del gobierno al equipo actual, para intentar poner otro de unas características muy distintas, por supuesto de izquierdas y con ideas de carácter republicano que no son, por supuesto las que yo defendería si se tratara de una república que estuviese constituida por derecha e izquierdas y fuera capaz de funcionar con respeto absoluto a la Constitución y a las leyes que los españoles nos diéramos para garantizar el orden y la democracia en una España unida, como lo ha sido hasta ahora. Queremos decir que, si el actual monarca Felipe VI, ha venido consiguiendo granjearse el respeto de los españoles (hablo de la mayoría, por supuesto) lo ha sido porque en todas sus actuaciones ha sido extremadamente prudente, comedido, enérgico cuando le ha tocado serlo e inteligente en todos aquellos temas en los que le ha tocado intervenir. No olvidemos la importancia que, en cualquier persona, tiene su cónyuge, y ya no digamos cuando se trata nada más y nada menos de la misma esposa del rey. Las influencias en los matrimonios de las mujeres es cosa sabida y lo que en las alcobas se habla, se decide o se comenta queda en las mismas, pero lo que una mujer es capaz de conseguir en la intimidad en muchas ocasiones luego puede traducirse en hechos, actuaciones, decisiones o determinaciones que, en el caso de alguien que tenga poder, pueden significar una avance para la nación o bien, un error garrafal.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos preocupa que, en primer lugar, porque no se le guarde el respeto debido a una señora que se ha granjeado la simpatía de la mayoría del pueblo español y que, por añadidura, siempre ha dado muestra de saber soportar las pesadumbres con absoluta entereza y sin mostrar, en ninguna ocasión, el menor signo de disgusto; en segundo lugar, por la mala imagen que ha dado en todo el mundo el comportamiento impropio, descontrolado y de una mala educación más propia de un niño encaprichado que hace una pataleta, que en toda una reina de España y, en tercer lugar, por haber puesto en un grave compromiso al rey Felipe que, a todas luces, se vio que se encontraba en una situación sumamente comprometida en la que, él sí sabe dominarse, tuvo que apelar a toda su serenidad para no armar un espectáculo peor. La continuidad de la monarquía, incluso de esta niña que ya tiene el toisón de oro, pero que todavía necesita muchos años para entender la verdadera responsabilidad que entraña reinar, puede depender de los ejemplos que reciba y de los consejos que reciba para evitar que, en su momento, fuera rechazada por los españoles.

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