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La periodista Ima Sanchís le pregunta a Rob Riemen, teólogo y ensayista: ¿Qué es la vida? La respuesta que recibe: “Complejidad, pero vivimos en una época que no pretendo que la vida sea fácil, diversa, sexi y formidable. Hemos olvidado que la vida es una búsqueda de sentido”. En tanto no se haya encontrado el auténtico sentido de la vida, la existencia es un desbarajuste. Vivir se convierte en algo parecido a lo que hacen las abejas que van de flor en flor buscando el vigorizante néctar. Para las abejas es saludable su comportamiento porque han sido creadas para proceder de la manera como lo hacen, pero no para el hombre. El hombre ha sido creado para disfrutar estabilidad emocional. Nuestra manera de ser catacaldos fomenta la inestabilidad. Deseamos conseguir algo que sea duradero y cuando creemos que lo hemos conseguido se nos escapa de las manos como el agua que queremos atrapar con ellas. A empezar una nueva búsqueda que tendrá idéntico final. Y así indefinidamente. Mientras navegamos en esta etapa de buscar estabilidad en lo inestable lo que se consigue es crear inestabilidad. La instabilidad tiene matices que se refleja en la caducidad de todo lo que hacemos. Las instituciones prestigiosas tambalean. Los matrimonios hacen agua. La fidelidad de por vida de los contrayentes al más mínimo soplo de brisa se rompe el juramento porque otro amor se ha interpuesto en el camino. El respeto que los hijos deben a los padres debido a un concepto equivocado de lo que es libertad, se convierte en odio. El Estado que debería ser la salvaguarda de los ciudadanos se convierte en opresor. La Iglesia que debería ser la primera en manifestar estabilidad porque debería tener a Cristo, que es la Roca, como cimiento, los vientos contrarios que soplan contra ella la derriban. La sociedad actual se sostiene a base de parches. Se tapa un agujero y se abre otro. La situación no durará siempre. Llegará el día que estallara en mil pedazos.
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".
Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.
Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.
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