El sino de un encuentro de baloncesto se transforma en cuestión de segundos. Una canasta, un robo o una perdida inoportuna son capaces de alterar el rumbo. Son acciones tan imprevistas que suele carecerse de una respuesta instantánea. Eso le pasó al Valencia. No supo ver el viento huracanado del Real Madrid. Hasta ese momento, no hay consuelo a ese problema cuando uno no se aprende cual es el mayor poder de tu adversario. Le sucedió al Real Madrid nada más arrancar. El pasado martes, en Euroliga, sucumbió en Valencia al encontrarse casi un 55% de acierto desde el perímetro del Valencia. Lo volvió a padecer durante el primer cuarto; lección no aprendida. De los 18 puntos encajados, un total de 12 llegaron desde el triple (Dubljevic, en dos ocasiones, Rafa Martínez y Pleiss). Y eso que el porcentaje se quedó en un escaso 36%.
Tampoco se encontró una defensa con el paso de los minutos. Nada más empezar el segundo cuarto, y con dos triples de San Emeterio (sumó su partido 550 en Liga Endesa) y Sastre (luego se sumó otro de Pleiss), el Real Madrid se vio con 7 puntos menos respecto al Valencia (19-26). La cuestión no residía en la suerte del tirador, sino en que éste apenas encontraba resistencia a la hora de perfilar su disparo. El Valencia tampoco necesitó mucho más para hacerse notar sus ansías de ganar el Madrid: son los actuales campeones, esa es otra de su tarjeta de presentación.
Campazzo, asistente de lujo
virtud del grupo de Vidorreta es su defensa (sólo encajan 76 puntos de media). Aquí, tampoco encontraban respuesta a los ataques interiores del Real Madrid. Alcanzado el ecuador del segundo acto, los blancos estaban dos puntos en superioridad (30-28). Ya se apuntó al comienzo: 7 puntos de Tavares (festejaba 100 partidos en Liga Endesa) y 6 de Randolph (cumplía 50 encuentros en Liga Endesa). Las asistencias corrían a cargo del hiperactivo Campazzo (6). Y volvió a repetirse en el segundo cuarto: un incombustible Reyes (7), Thompkins (2) y Tavares (2). Era el antídoto al perímetro. O, más bien al contrario. Las virtudes subsanaban los errores. Al descanso, el Valencia acabó mandando en el marcador (38-35) al mutarse extrañamente el rumbo: el Real Madrid falló desde el perímetro (1 de 12 intentos; sólo convirtió Thompkins) y el Valencia demostró su eficacia en el tiro de dos puntos: más de la mitad de sus tiros acabaron dentro (55% contra un 42% desde el triple).
Furia blanca
Distancia mínima que el Real Madrid recuperó en cuestión de dos buenas acciones defensivas y otras dos más en ataque: 51-51 a falta de seis minutos para cerrarse el tercer cuarto. Era una fase de entreguerras, donde ambos equipos cuidaban más sus acciones, se intercambiaban canastas (mención para Randolph) y donde el esfuerzo se acusaba en forma errores absurdos. Ya saben esa losa del calendario de tres encuentros de máxima exigencia física y mental en cuestión de una semana. El público lo interpretó y alentó a los suyos, que sustentados en la frescura de Doncic (buen retorno tras su lesión), en el acierto de Campazzo (un triple y un dos más uno de seguido) y en un esfuerzo grupal en defensa se impulsaron a un 65-54. Cuestión de minutos. El Valencia se secó, literalmente: 12 puntos a la vuelta del descanso. El parcial abrumador de 14-3: de un 51-54 a un 65-57.
Enfrente estaba el campeón. El Valencia Basquet no se dejó ir. Hizo un esfuerzo y con Thomas y Abalde estuvo cerca de engancharse: 69-63. Un espejismo. El Real Madrid reaccionó con carácter y de manera inmediata. No suele despistarse con marcadores tan a favor de viento. Quedó el dato del rebote 4.500 de Reyes en Liga Endesa. Otro sobresaliente para su estadística personal. Victoria de prestigio ante el campeón y que refuerza su condición de líder indiscutible en Liga Endesa. Toca pensar en el Estrella Roja. En Euroliga, falta rematar esa cuarta posición que posibilita el factor cancha que se tiene, prácticamente, asegurado en la competición doméstica.