Sinceramente, me ha llamado la atención. No es malo que ningún partido político emita documentos que aboguen por la paz, aunque −ustedes ya me entienden− el movimiento se demuestra andando.
El texto presentado por el PNV el pasado sábado es, como mínimo, interesante.
Cierto que contiene sombras; lógico −al menos desde la óptica partidista a la que en nuestro país estamos acostumbrados− que contenga poca autocrítica; pero, al menos, admitámosle un valor propio, más allá de la desvaloración, per se, que el Partido Popular practica sobre todo aquel pronunciamiento que no acate la ortodoxia nacionalcatólica.
El texto comienza con una breve introducción que, cierto es, no deja de ser mero autobombo partidista y partidario, pero −ya lo decíamos antes− ¿acaso es tan infrecuente en todo documento político? Más allá de aquellos prólogos, el texto recoge una serie de declaraciones que, en mucho, se apartan de los postulados tradicionales del partido nacionalista.
Por ejemplo, para sorpresa de muchos −incluido yo mismo−, reconoce de forma indirecta el valor del Estatuto de Gernika cuando −y que conste que no me lo invento− achaca a ETA que «no respetó ni el consenso mayoritario de la sociedad vasca en torno al Estatuto, ni respetó la palabra del Pueblo vasco que dice defender». Es posible que a muchos les suene anecdótico, pero les aseguro que es una gran novedad puesto que, hasta ahora, el discurso oficial de los nacionalistas era negar la evidencia e incentivar la duda sobre la legitimidad de nuestro Estatuto.
En otras líneas, la formación nacionalista repite, una y otra vez, la necesidad de respetar «la pluralidad de ideas y diversidad de sentimientos», cosa que nunca sobra en un partido que −Arzalluz dixit− tenía planeado tratar a los diferentes como «alemanes en Mallorca». Sin embargo −toca ahora una de sombras−, mantienen máximas equivocadas que, por no encajar, se dan de tortas con el espíritu de la propia propuesta.
Es así como, difícilmente puede abogarse por la «recuperación de consensos perdidos» para ,acto seguido, volver a plantear el Plan Ibarretxe que −como todos sabemos− muestra de todo menos consenso.
No cabe duda, ya era hora, que el PNV ha comenzado a darse cuenta del mensaje que la sociedad vasca quiso lanzarle cuando, sin que ellos mismos lo esperaran, les castigamos con unos 140.000 votos menos.
Quiere el PNV −y así lo hace constar− «asumir legítima y responsablemente el papel que nos corresponde [...] en la construcción de la paz». ¡Bienvenidos!