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Necesitamos seguir fortaleciendo ese espíritu de colaboración

Tenemos que ser más cooperantes

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El mundo necesita de gobernantes éticos que ofrezcan resultados concretos y tangibles para sus ciudadanos, especialmente para aquellos más vulnerables, con activos esperanzadores y sin recortes en gasto social. Ante esta realidad, y por principio, tenemos que ser más cooperantes unos con otros, sobre todo aquellos países más prósperos y avanzados. La cuestión no es disparar el gasto militar, ¡no!, sino priorizar en las necesidades básicas de todo ser humano, como la salud, el agua y la educación, poniendo todas nuestras fuerzas en ese marcado acento solidario. Por otra parte, hay que poner fin a la cultura del soborno y del privilegio, también a la cultura del derroche, que nos ha hecho insensibles al padecimiento de nuestros análogos. Por tanto, hemos de volver a impulsar ese patrimonio humanístico con los más necesitados y desamparados. Sin ir más lejos, las mujeres continúan estando por debajo de los hombres en todos los indicadores de desarrollo sostenible. Asimismo, los refugiados del país africano reciben solo el 21% de la ayuda que necesitan, lo que no alcanza unos estándares humanitarios aceptables. Y así podríamos continuar, mostrando esos espacios injustos que nos requieren a todos con manos laboriosas y en acción permanente; no para tener más, sino para dar mejor.


No cabe duda de que necesitamos seguir fortaleciendo ese espíritu de colaboración, tan necesario para hermanarnos, en un mundo tan dividido. En consecuencia, si en verdad queremos promover la cultura de lo armónico, la reconciliación y la justicia entre todos, hemos de movilizar los corazones. Dejemos que sean nuestros propios latidos quienes nos hablen e interroguen, y no las armas, lo que nos proporciona cierta decisión para superar la mucha violencia que a diario derramamos por el planeta. Precisamente, la Comisión Europea ha decidido recientemente registrar una Iniciativa Ciudadana Europea titulada: “Tenemos una Europa acogedora, ¡ayudemos!”, que dice: "Los gobiernos luchan por manejar la migración. La mayoría de nosotros queremos ayudar a las personas necesitadas porque nos importan. Millones de personas se han alzado para ayudar. Ahora queremos ser escuchados. ¡Reivindiquemos una Europa acogedora! Hacemos un llamamiento a la Comisión Europea actuar." Los organizadores piden a la Comisión que "apoye a los grupos locales que ayudan a los refugiados... eviten que los gobiernos castiguen a los voluntarios... defiendan a las víctimas de la explotación, el crimen y los abusos contra los derechos humanos". Sin duda, un buen propósito a ejercitar por todos los continentes. En efecto, es hora de pasar página, haciéndonos anunciadores y constructores de vida, dejando al lado cualquier resentimiento de rabia, violencia o venganza.


Como digo, y vocifero a plena alma, la cooperación es esencial ponerla en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestros trabajos, así como los medios concretos susceptibles de asegurar que el buen proyecto se pueda hacer realidad con la ayuda de todos los moradores del planeta. Hoy más que nunca necesitamos buscar los caminos de encuentro; a la vez que es menester reencontrarnos en ese patrimonio común de valores del que vive cada una de las culturas diversas, para poder reflexionar sobre los significativos caminos de un auténtico servicio y donación a los demás, desde una visión responsable, creativa y de pensamiento. Lo fundamental a veces es nuestra buena disposición a las reglas del consenso, cuando menos para llevar a buen término nuestros programas de trabajo. Desde luego, no tiene porque ser difícil cuando el deber de proceder es tenaz con el diálogo y la negociación. En cualquier caso, siempre será bueno pararse y recapacitar, jamás para resignarse, sino para tomar empuje moral. Está visto que el buen momento que está atravesando la economía mundial no es la nueva normalidad, sino una propuesta inclusiva de ese crecimiento para que nos sintamos todos acogidos, sin exclusión alguna, lo que nos exige un cambio en nuestras actitudes, no con palabras sino con hechos, sabiendo que mantenerse unidos es el avance, pues cooperando todos con todos, aparte de injertar sabiduría, ya no solo para el éxito, sino también para uno poder sentirse bien.

Tenemos que ser más cooperantes

Necesitamos seguir fortaleciendo ese espíritu de colaboración
Víctor Corcoba
jueves, 15 de febrero de 2018, 07:08 h (CET)

El mundo necesita de gobernantes éticos que ofrezcan resultados concretos y tangibles para sus ciudadanos, especialmente para aquellos más vulnerables, con activos esperanzadores y sin recortes en gasto social. Ante esta realidad, y por principio, tenemos que ser más cooperantes unos con otros, sobre todo aquellos países más prósperos y avanzados. La cuestión no es disparar el gasto militar, ¡no!, sino priorizar en las necesidades básicas de todo ser humano, como la salud, el agua y la educación, poniendo todas nuestras fuerzas en ese marcado acento solidario. Por otra parte, hay que poner fin a la cultura del soborno y del privilegio, también a la cultura del derroche, que nos ha hecho insensibles al padecimiento de nuestros análogos. Por tanto, hemos de volver a impulsar ese patrimonio humanístico con los más necesitados y desamparados. Sin ir más lejos, las mujeres continúan estando por debajo de los hombres en todos los indicadores de desarrollo sostenible. Asimismo, los refugiados del país africano reciben solo el 21% de la ayuda que necesitan, lo que no alcanza unos estándares humanitarios aceptables. Y así podríamos continuar, mostrando esos espacios injustos que nos requieren a todos con manos laboriosas y en acción permanente; no para tener más, sino para dar mejor.


No cabe duda de que necesitamos seguir fortaleciendo ese espíritu de colaboración, tan necesario para hermanarnos, en un mundo tan dividido. En consecuencia, si en verdad queremos promover la cultura de lo armónico, la reconciliación y la justicia entre todos, hemos de movilizar los corazones. Dejemos que sean nuestros propios latidos quienes nos hablen e interroguen, y no las armas, lo que nos proporciona cierta decisión para superar la mucha violencia que a diario derramamos por el planeta. Precisamente, la Comisión Europea ha decidido recientemente registrar una Iniciativa Ciudadana Europea titulada: “Tenemos una Europa acogedora, ¡ayudemos!”, que dice: "Los gobiernos luchan por manejar la migración. La mayoría de nosotros queremos ayudar a las personas necesitadas porque nos importan. Millones de personas se han alzado para ayudar. Ahora queremos ser escuchados. ¡Reivindiquemos una Europa acogedora! Hacemos un llamamiento a la Comisión Europea actuar." Los organizadores piden a la Comisión que "apoye a los grupos locales que ayudan a los refugiados... eviten que los gobiernos castiguen a los voluntarios... defiendan a las víctimas de la explotación, el crimen y los abusos contra los derechos humanos". Sin duda, un buen propósito a ejercitar por todos los continentes. En efecto, es hora de pasar página, haciéndonos anunciadores y constructores de vida, dejando al lado cualquier resentimiento de rabia, violencia o venganza.


Como digo, y vocifero a plena alma, la cooperación es esencial ponerla en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestros trabajos, así como los medios concretos susceptibles de asegurar que el buen proyecto se pueda hacer realidad con la ayuda de todos los moradores del planeta. Hoy más que nunca necesitamos buscar los caminos de encuentro; a la vez que es menester reencontrarnos en ese patrimonio común de valores del que vive cada una de las culturas diversas, para poder reflexionar sobre los significativos caminos de un auténtico servicio y donación a los demás, desde una visión responsable, creativa y de pensamiento. Lo fundamental a veces es nuestra buena disposición a las reglas del consenso, cuando menos para llevar a buen término nuestros programas de trabajo. Desde luego, no tiene porque ser difícil cuando el deber de proceder es tenaz con el diálogo y la negociación. En cualquier caso, siempre será bueno pararse y recapacitar, jamás para resignarse, sino para tomar empuje moral. Está visto que el buen momento que está atravesando la economía mundial no es la nueva normalidad, sino una propuesta inclusiva de ese crecimiento para que nos sintamos todos acogidos, sin exclusión alguna, lo que nos exige un cambio en nuestras actitudes, no con palabras sino con hechos, sabiendo que mantenerse unidos es el avance, pues cooperando todos con todos, aparte de injertar sabiduría, ya no solo para el éxito, sino también para uno poder sentirse bien.

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