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Debería de ser tan básico que nos maravillásemos nada más y nada menos que de vivir, de experimentar esa sensación de tener la oportunidad de vivir este preciso momento, irrepetible y único

Deleitarse para después maravillarse

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Hace unos días mientras disfrutaba impartiendo un taller de Saboreo, es decir esas técnicas dentro de la psicología positiva que potencian la parte hedónica de lo que realizamos en nuestro día a día, hablaba de uno de sus elementos fundamentales: maravillarse. Esa capacidad que tenemos de engrandecer los acontecimientos y vivencias por las que hemos atravesado y que nos producen asombro y alegría por el impacto que nos han producido en nuestra vida. Estarás de acuerdo conmigo que cada uno de nosotros y nosotras tenemos algo que nos maraville en nuestro mundo, el problema o la ventaja, todo en función de como lo mires, es que debemos de salir a buscarlo.

Recuerdo cuando de pequeño cada situación causaba ese impacto en mi vida, me sorprendía y me llenaba de asombro, lo que hacía que la magnificará en su justa medida y la disfrutara mucho más de los que en un primer momento hubiera pretendido. Con el tiempo vamos perdiendo esa capacidad de asombro que nos sobrecoge y nos recorre en la infancia.

Debería de ser tan básico que nos maravillásemos nada más y nada menos que de vivir, de experimentar esa sensación de tener la oportunidad de vivir este preciso momento, irrepetible y único. Sin embargo lo convertimos en vulgar y rutinario, sin sentido lo apagamos y restamos su resplandor inicial. Pensamos y pensamos en tantas cosas que no disfrutamos y que lo único que hacen es ensombrecer las mil y una maravillas que nos brinda cada día.

Maravillarse implica estar presente en ese momento que estas mirando una paisaje descubriendo aspectos únicos, matices irrepetibles que nos asombran y nos interpelan, eso debería de sucedernos constantemente viendo un amanecer, un paisaje, etcétera.

Como verás, todo radica en capar y apreciar la simplicidad unida a la complejidad, ese es el matiz de lo que vivimos y no disfrutamos, aquellas situaciones que producen la capacidad de sorprendernos y que no disfrutas, ni vivencias. Maravillarse implica centrar todos tus sentidos en encontrar lo sublime en lo cotidiano, en aquello que está a tu lado y en miles de ocasiones es simple.

Por lo tanto maravillarse es la manera que tenemos de no relativizar las cosas, sin que potencia el ser conscientes de que todo lo que está a tu lado responde a un objetivo fundamental que es la perfección. Esa perfección que te construye y te permite vivir más feliz. Maravillarse implica vivir tu entorno, ese mundo en el que desarrollas tu vida día a día.

Por lo tanto, maravillarse es el verdadero placer de percibir la realidad de una manera constructiva, centrada en las potencialidades de las vivencias, de aquello que tienes y no anhela.

Deleitarse para después maravillarse

Debería de ser tan básico que nos maravillásemos nada más y nada menos que de vivir, de experimentar esa sensación de tener la oportunidad de vivir este preciso momento, irrepetible y único
José J. Rivero
lunes, 12 de febrero de 2018, 06:41 h (CET)
Hace unos días mientras disfrutaba impartiendo un taller de Saboreo, es decir esas técnicas dentro de la psicología positiva que potencian la parte hedónica de lo que realizamos en nuestro día a día, hablaba de uno de sus elementos fundamentales: maravillarse. Esa capacidad que tenemos de engrandecer los acontecimientos y vivencias por las que hemos atravesado y que nos producen asombro y alegría por el impacto que nos han producido en nuestra vida. Estarás de acuerdo conmigo que cada uno de nosotros y nosotras tenemos algo que nos maraville en nuestro mundo, el problema o la ventaja, todo en función de como lo mires, es que debemos de salir a buscarlo.

Recuerdo cuando de pequeño cada situación causaba ese impacto en mi vida, me sorprendía y me llenaba de asombro, lo que hacía que la magnificará en su justa medida y la disfrutara mucho más de los que en un primer momento hubiera pretendido. Con el tiempo vamos perdiendo esa capacidad de asombro que nos sobrecoge y nos recorre en la infancia.

Debería de ser tan básico que nos maravillásemos nada más y nada menos que de vivir, de experimentar esa sensación de tener la oportunidad de vivir este preciso momento, irrepetible y único. Sin embargo lo convertimos en vulgar y rutinario, sin sentido lo apagamos y restamos su resplandor inicial. Pensamos y pensamos en tantas cosas que no disfrutamos y que lo único que hacen es ensombrecer las mil y una maravillas que nos brinda cada día.

Maravillarse implica estar presente en ese momento que estas mirando una paisaje descubriendo aspectos únicos, matices irrepetibles que nos asombran y nos interpelan, eso debería de sucedernos constantemente viendo un amanecer, un paisaje, etcétera.

Como verás, todo radica en capar y apreciar la simplicidad unida a la complejidad, ese es el matiz de lo que vivimos y no disfrutamos, aquellas situaciones que producen la capacidad de sorprendernos y que no disfrutas, ni vivencias. Maravillarse implica centrar todos tus sentidos en encontrar lo sublime en lo cotidiano, en aquello que está a tu lado y en miles de ocasiones es simple.

Por lo tanto maravillarse es la manera que tenemos de no relativizar las cosas, sin que potencia el ser conscientes de que todo lo que está a tu lado responde a un objetivo fundamental que es la perfección. Esa perfección que te construye y te permite vivir más feliz. Maravillarse implica vivir tu entorno, ese mundo en el que desarrollas tu vida día a día.

Por lo tanto, maravillarse es el verdadero placer de percibir la realidad de una manera constructiva, centrada en las potencialidades de las vivencias, de aquello que tienes y no anhela.

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