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Leiva es más poeta que muchos “poetas” oficiales, mas dicha faceta queda diluida en la musical

Leiva y el heptasílabo

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He de confesar que siento simpatía por Leiva, un rockero de voz impostada y pose afectada, a la Bunbury usanza; sentimental por demás, si nos atenemos al reguero de versos que va dejando desprendérsele a lo largo del transcurso de su avanzar como “folk-singer” por entre el follaje de la ignominia cotidiana.



Afilado de facciones y suave en la entonación, pareciera un levita que levita (esto es, un miembro de la tribu de Leví que se elevase asilado en la envolvente atmósfera de sus melódicas cuitas, las cuales ensambla en metros, certeramente computados, que dan la sensación de viajar en metro, por lo vívido de lo vivido que acarrean y lo profundo).



Su recogida del Goya a la mejor canción original, como vestido de primera comunión, con la congoja asida a la garganta, fue de lo más emocionante de la noche de marras, no en vano el Leiva se me antoja, como digo, un sentimentaloide de tomo y lomo, de otro modo no se pueden escribir los más de los versos que habitan su universo creativo-musical, en el que casi todas son de cal y pocas de arena.



No es fácil lograr determinadas honduras cuando las letras que las alojan van destinadas a la canción popular, henchida esta de ripios y lugares comunes. Pues bien, Leiva se eleva líricamente; claro ejemplo lo tenemos en la misma letra galardonada, “La llamada”.



Dicha canción sigue en casi todas las estrofas el esquema 12A 7b 7b 9A, y en ella se leen/escuchan versos como “cuando no dices nada/ entonces empiezo a escuchar”.



Se caracteriza por manejarse el interfecto en un cierto petrarquismo, patente en temáticas como en medidas (heptasílabos y endecasílabos por doquier), por ejemplo la canción “Te comería a versos” contiene contención por la vía métrico-lírica, lo que añade al conjunto una suave melancolía que eleva la tristeza a estadios de cierta trascendencia poética. Ya Fray Luis de León recurría mucho a la vía heptasilábica en sus liras para lograr tal comedimiento y contención en aras de atraer su anhelada armonía cosmogónica. Leiva tiende asimismo bastante a la canción alirada, logrando de este modo una sensación entre vaporosa y volátil, lo que atenúa la sentimental amargura que nos pueda referir. Véase la siguiente estrofa: “Quedamos en dejarlo/ morir en primavera./ Será un invierno largo/ juntando los pedazos/ que nos quedan”.



En definitiva, pese a que pase más por músico, Leiva se me antoja un afinado poeta, más incluso que muchos vates “oficiales”, de esos de reconocido prestigio.

Leiva y el heptasílabo

Leiva es más poeta que muchos “poetas” oficiales, mas dicha faceta queda diluida en la musical
Diego Vadillo López
viernes, 9 de febrero de 2018, 07:57 h (CET)

He de confesar que siento simpatía por Leiva, un rockero de voz impostada y pose afectada, a la Bunbury usanza; sentimental por demás, si nos atenemos al reguero de versos que va dejando desprendérsele a lo largo del transcurso de su avanzar como “folk-singer” por entre el follaje de la ignominia cotidiana.



Afilado de facciones y suave en la entonación, pareciera un levita que levita (esto es, un miembro de la tribu de Leví que se elevase asilado en la envolvente atmósfera de sus melódicas cuitas, las cuales ensambla en metros, certeramente computados, que dan la sensación de viajar en metro, por lo vívido de lo vivido que acarrean y lo profundo).



Su recogida del Goya a la mejor canción original, como vestido de primera comunión, con la congoja asida a la garganta, fue de lo más emocionante de la noche de marras, no en vano el Leiva se me antoja, como digo, un sentimentaloide de tomo y lomo, de otro modo no se pueden escribir los más de los versos que habitan su universo creativo-musical, en el que casi todas son de cal y pocas de arena.



No es fácil lograr determinadas honduras cuando las letras que las alojan van destinadas a la canción popular, henchida esta de ripios y lugares comunes. Pues bien, Leiva se eleva líricamente; claro ejemplo lo tenemos en la misma letra galardonada, “La llamada”.



Dicha canción sigue en casi todas las estrofas el esquema 12A 7b 7b 9A, y en ella se leen/escuchan versos como “cuando no dices nada/ entonces empiezo a escuchar”.



Se caracteriza por manejarse el interfecto en un cierto petrarquismo, patente en temáticas como en medidas (heptasílabos y endecasílabos por doquier), por ejemplo la canción “Te comería a versos” contiene contención por la vía métrico-lírica, lo que añade al conjunto una suave melancolía que eleva la tristeza a estadios de cierta trascendencia poética. Ya Fray Luis de León recurría mucho a la vía heptasilábica en sus liras para lograr tal comedimiento y contención en aras de atraer su anhelada armonía cosmogónica. Leiva tiende asimismo bastante a la canción alirada, logrando de este modo una sensación entre vaporosa y volátil, lo que atenúa la sentimental amargura que nos pueda referir. Véase la siguiente estrofa: “Quedamos en dejarlo/ morir en primavera./ Será un invierno largo/ juntando los pedazos/ que nos quedan”.



En definitiva, pese a que pase más por músico, Leiva se me antoja un afinado poeta, más incluso que muchos vates “oficiales”, de esos de reconocido prestigio.

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