La gente no se percataba de la dramática escena que se estaba produciendo. Hacía frío, llovía. Los árboles lloraban. Las hierbas gemían. Los caracoles se lamentaban. Un mar de paraguas caminaban indiferentes por las aceras. Me gusta pasear por el canal Imperial. Me alegra el ir y venir de los patos, el susurro del agua, el murmullo del aire entre los árboles, el canto de los pájaros... El otro día, a la altura del Hospital San Juan de Dios, vi a un hermoso pato nadando en medio del canal. De su pico sobresalían las asas de una bolsa de plástico.
La pobre oca trataba desesperadamente de tragar, pero no podía. Pensé en saltar la valla y tirarme al agua para salvarlo; pero pensé:” En el caso de que consiga cogerlo, ¿después cómo salgo del canal?”. Me quedé allí, estupefacto, presenciando la tragedia. Fue nadando y luchando, luchando y nadando, engullendo y muriendo. Hasta que, flotando en el agua, la corriente se lo llevó canal abajo. Y la gente seguía sin darse cuenta y seguía lloviendo y hacía frío y las hierbas gemían y los caracoles se lamentaban y el aire… En fin, no tirar las bolsas de plástico al canal, por favor.
