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Siempre es bueno (y oportuno) escribir sobre distintas cuestiones con las que nos tropezamos en el devenir de cada día y que afectan a nuestras vidas de manera directa. Y no solo de las que nos producen alegría, sino de aquellas otras que nos causan verdadero pesar.
Nos legó Valle Inclán el esperpento originario al escribir Tirano Banderas. De la Grecia antigua procede el término “tiranía”, precisada por Aristóteles como monarquía en la que se ejercita el poder de modo despótico, aunque fueron, en realidad las tiranías, en el arcaico mundo helénico, un paso intermedio entre la oligarquía y la democracia, entendida esta última con las limitaciones del contexto.
Más allá de los pronósticos de Nostradamus, espantosamente certeros, en este caso, es preciso atenernos a la realidad y espero en breves pinceladas ser claro y conciso. Mientras nos centramos en la guerra de Ucrania, nos olvidamos de Taiwán y las tentativas que China está haciendo.
Como premisa ineludible hemos de dejar bien sentado que nadie tiene potestad, ni debe de acabar con la vida de otra persona, sin embargo esta pregunta se la han hecho a lo largo de la historia grandes pensadores, filósofos y teólogos principalmente, santos incluidos.
Es sugerente que, los gobernantes del orbe, de la mejor manera posible presten debida atención en la medida de sus posibilidades, mientras su tiempo continúe atravesando, para ir logrando el sentimiento de paz, tranquilidad, amor y esperanza para su comunidad. Mientras esto suceda, por supuesto, la presentación de la realidad a los pies del amo y sabio pueblo, todo será mejor.
No nos encontramos en la España ilusionada de la transición. En aquellos años también existieron las “peleas políticas”, pero todos, de una forma u otra, buscaban libertad, concordia, progreso. Hoy, 2021, año de la defenestración, la absurda tiranía ególatra totalitaria avanza como lava irresistible.
En estos tiempos de poca precisión y abundantes alardes, de todo se habla, mientras la entidad de sus contenidos se escabulle por cualquier rendija. Si será el sino de esta sociedad ruidosa o la elección concienzuda de sus integrantes, ya no da tiempo para dilucidarlo, por la acumulación de tareas emprendidas con unos ritmos trepidantes.
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