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En cuanto a fantasías, podemos vernos como queramos, jinetes solitarios, poderosos ejecutivos, un humilde siervo o con una imagen inverosímil elegida en ese momento. Eso va por gustos. Ahora bien, lo de apreciarse como elemento en solitario se sale de cualquier guión.
Según el ánimo del momento, venimos a sentirnos protagonistas o simples arrastrados por los aconteceres del entorno. No siempre van parejas las sensaciones y la realidad, en esa discordancia curiosa provocada por el ensimismamiento. Se trata de una cuestión radical, una disyuntiva permanente; en los sucesos cotidianos e incluso en relación con las remotas causas existenciales.
Somos muy propensos a pronunciarnos con afirmaciones rotundas a la vez que poco reflexivas. Me atrevo a decir que cuanto más culta es esa persona, el eco de su lacónica expresión será mayor. Si su posición en la sociedad es elevada, sus repercusiones aumentan. Aunque detrás de esas manifestaciones ampulosas suele colear la cuestión de su verdadera consistencia, queda una cierta sospecha. Ante los acuciantes problemas, nos conviene desvelar las VELEIDADES camufladas, introducidas arbitrariamente por tanto aspirante a oráculo como nos rodean. Algo por dentro nos enciende las alarmas, los muchos falseamientos interesados superan las ignorancias.
Los disimulos sirven de escaso consuelo, al más presuntuoso se le esfuman los agarraderos de sus raíces cuando se encuentra proyectado al sentido final de sus vidas. Siente en carne propia ese carácter solitario de sus decisiones existenciales; esa hora de la verdad despojada de los aditamentos sociales. El guión se pierde en las INCERTIDUMBRES del orígen, transformadas en elucubraciones calibradas en la intimidad de cada sujeto. Ese inquietante comienzo vuelve comprensibles las diversas maneras particulares de enfocar el asunto en las actuaciones posteriores. El mismo concepto de interpretación correcta se desparrama, configura los matices propios de la aventura vital.
Es de esas cosas percibidas al experimentarlas, pero evanescente a la hora de poder explicarlas. Observamos con cierta nitidez las IDENTIDADES ajenas, quizá porque sólo percibimos sus rasgos más llamativos; vistas de cerca empiezan a embrollarse. Si aceptamos el desaliento y no les hacemos caso a estas cuestiones, vamos quedando desarticulados con respecto a la incesante complejidad ambiental.
Aunque no sea experto en estos menesteres, quisiera proclamar algunas realidades improcedentes a las que se ha llegado en estas cadenas de transmisión entre los elaboradores de un producto y los consumidores. No hará falta una intensa demostración para concretar que los PUNTOS DÉBILES están sobre todo en los extremos. Dicho de otra manera, no es preciso ser experto, uno intenta mirar los avatares de los productos consumidos, las gentes que trabajan en su producción, los precios, y estamos ante una palpable evidencia.
El cultivo de los conocimientos nos trae de cabeza, quizá porque delimita a la vez los auténticos caracteres impulsores de las actuaciones humanas. Las evidencias constituyen una pequeña porción del conjunto, en esos desarrollos las cautelas compiten con las intenciones, dándole una especial relevancia a los movimientos subyacentes. Aúpan simultáneamente al halo de misterio y la acumulación de presunciones sobre los escenarios cotidianos.
Desde pequeñitos sentimos una fuerte adhesión a lo más sencillo. Contra el calentamiento del caletre, optamos por los primeros impulsos. Si uno tiene ganas, procede sin reparos a satisfacerlas. Los afectos, así como los desafectos, tampoco es cuestión de alargarlos por quién sabe qué motivaciones.
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