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La realidad es que, si existe la bondad también su opuesto que es la maldad, no lo ignoremos. Quiero en este artículo hablar de la fuerza de la palabra, siempre mucho más poderosa que el plomo y la guerra, producto de sociópatas, ególatras y asesinos sometidos por sus propios complejos de inferioridad e impotencia y de escasa altura moral y física.
Hoy puedo afirmar con triste rotundidad, la democracia ha muerto ante el espectro del autoritarismo por un lado y del populismo por otro. Existen señales inequívocas de ello. Miremos la situación en Canadá, el enfrentamiento Europa – Rusia siendo el escenario de un posible conflicto de consecuencias inimaginables, la violencia masiva de Irak, Sudan, Francia, etc.
Sin duda, hemos entrado en lo que se podría calificar como el momento clave de la legislatura socialista, encabezada por el aspirante a dictador, señor Pedro Sánchez. Ya no hay dudas sobre el hecho de que se ha anclado en el poder y no tiene la menor intención de abandonarlo.
Europa estaría sufriendo una aguda crisis identitaria agravada por el triunfo del Brexit y por el “proceso de balcanización europeo” ideado por EE.UU. para mediante selectivos atentados terroristas, la crisis de los refugiados y la creación de Gobierno autocráticos, provocar la aparición de fuerzas centrífugas que aceleren la desmembración de la actual Unión Europe
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